San Juan de Dios y las mujeres
En Granada, hombre de su tiempo, se preocupó de atender las necesidades de las mujeres de toda clase y condición social
antonio ubago
Jueves, 5 de marzo 2020, 21:37
Son diversos los textos sobre Juan Ciudad, pastor, soldado, peón de albañil, vendedor de leña, de libros y estampas, enfermero y hasta bombero por mí ... firmados en esta sección en los últimos años y como decía no querer que ahí quedase la cuenta, cumplo hoy de nuevo mi palabra porque siguen vivos mis ánimos ante la fascinación que en mí ejerce la entrega absoluta a los pobres de nuestro santo que hace que me sienta impelido a conocer más y más este modelo humano y divino singular y a desear hondamente que a otros pueda su gracia contagiar.
San Juan de Dios llegó a Granada en 1538 con 42 años, soltero y laico y así se mantuvo hasta su muerte en 1550. No se le conoció pareja pese a su azaroso, cambiante e intenso modo de vida. Sí hubo, sin embargo, varias mujeres en su vida que jugaron un trascendental papel. Era un tiempo donde las mujeres no tenían derechos, ni posibilidades de participar en el ámbito laboral ni político. Si no era con el aval de un hombre a su lado, no eran nada ni nadie. Sin voz y sin voto, la mujer en el siglo XVI estaba relegada al ámbito doméstico.
En Granada, hombre de su tiempo, se preocupó de atender las necesidades de las mujeres de toda clase y condición social: casadas con hijos que apenas tenían con qué alimentarlos, protegió a las niñas y adolescentes en riesgo de caer en la marginación social y en la prostitución como único medio de subsistencia; se hizo eco de las viudas convertidas en pobres vergonzantes que, al quedarse sin marido, aunque conservaban sus casas, no tenían con qué alimentarse.
El 8 de marzo coinciden dos acontecimientos excepcionales para la historia de la humanidad: la lucha por la igualdad y los derechos de las mujeres, y la obra y vida de San Juan de Dios por las calles de Granada. No ha podido existir mejor confluencia ni mejor binomio pues Juan de Dios fue, en aquella Granada convulsa del siglo XVI, donde una mujer nada significaba sin el aval de un hombre, uno de los personajes más emblemáticos y universales de la ciudad de Granada y el gran defensor y protector de la mujer en todas sus dimensiones.
La puerta de Bibataubín desapareció incendiada por orden del Gran Capitán en los años previos a la Toma de Granada. En época de Juan de Dios este era lugar de delincuentes, rufianes y meretrices. Solía acudir el santo los viernes a esta zona para hablar con las prostitutas y ofrecerles una vida más digna y libre, por ver si podía, en palabras de su biógrafo Castro, «sacar algún alma de las uñas del demonio». No le faltarían las críticas ni sería extraño que recibiera murmuraciones a estas visitas pero poco le importaban. Ayudaba no solo con palabras, también con hechos: o bien les buscaba un trabajo como sirvienta en las casas-palacio o les procuraba un marido y la dote correspondiente para el matrimonio; otras eran ingresadas en el beaterio de Santa Inés y a las más las llevaba al hospital.
En el año 2000 cuando el escultor Miguel Moreno instaló en los Jardines del Triunfo el conjunto artístico 'Monumento a San Juan de Dios', compuesto de cuatro figuras a tamaño natural que se distribuyen en torno a un pórtico y una escalinata en cuyo lateral se lee: «Tan pobres y maltratados los vi que me quebraron el corazón». Los personajes junto a al santo son un mendigo, un niño y una prostituta. Muy significativa la presencia de la fulana porque fueron estas mujeres objeto especial de la atención de Juan Ciudad, tanto por su desviada vida como por las enfermedades que las hacían frecuentar los hospitales.
Enorme ayuda le prestó una mujer, de la que no conocemos su nombre, la dueña del ropero de la calle Tundidores, que le regalaba ropa para los pobres y para los niños. Desconocemos su nombre, solo que era muy entrada en carnes y tan oronda como generosa. Otra ilustre dama granadina que favoreció al santo fue la duquesa de Sesa, que junto a su marido el duque, le suministraban calzado, ropa y dineros para aliviar las deudas. También le favoreció una dama ilustre de Valladolid; San Juan de Dios viajó a la capital castellana a solicitar ayuda del futuro Felipe II, allí conoció a María de Mendoza, la viuda del comendador Francisco de los Cobos, que le acogió en su casa y le entregó fondos y bienes para los pobres. También es de citar otra benefactora, doña Francisca de Cáceres, que le consiguió al santo, con otras, el Hospital de la Cuesta de Gomérez.
Pero tal vez la mujer que más huella dejó en la vida y obra de San Juan de Dios sería doña Ana Osorio, mujer del Caballero Veinticuatro don García de Pisa, en cuya casa acogió al santo hasta su muerte y en la que se conserva el magnífico museo que encierra entre sus paredes un riquísimo capítulo de la vida granadina más cercana al santo de los pobres.
Con el nombre de Juan de Dios lo llamaban los granadinos que lo conocieron; no veían, pues, ningún otro calificativo tan sublime ni de más altos límites. No encontraban forma más excelsa de mentarlo por su bondad, caridad y misericordia sin límites.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión