Gobierno, comunidades autónomas y lenguaje inclusivo
Juan Chirveches
Lunes, 14 de julio 2025, 23:21
Como para desgracia de todos, abunda en nuestro país tal plaga de venenosos mosquitos en apestosa laguna, ese desapacible y molesto prototipo coterráneo que he ... dado en llamar 'el español antiespañol', que a su vez segrega de entre sus filas muchedumbre de desleales que, en lugar de avergonzarse hasta la consunción, hacen gala y exhibición de serlo, ya que se saben salvaguardados por otros muchos de su misma calaña que los jalean, amparan y protegen… Como abunda entre nosotros, digo, ese lamentable prototipo, resulta muy difícil defender o siquiera dignificar en la vieja España todo aquello que forme parte de las ancestrales señas de identidad que nos singularizan y ennoblecen. Así, como ejemplo, nuestro idioma. La lengua española, por el mero hecho de ser la de España, está sometida a una contumaz agresión propiciada y fomentada por toda esta turbamulta de renegados felones, bobaliconamente papagayeados por una caterva de seguidores.
Varios son los frentes que agreden con calculada vesania nuestro idioma, y que podemos ir desglosando por apartados, cada uno de los cuales daría para un extenso artículo propio.
Desde el Gobierno se le ataca con saña, cosa inaudita, desde la misma columna vertebral del Estado, que debiera ser el primero y principal en defenderlo, fomentarlo y cuidarlo. Muy al contrario, tenemos en este 2025 una risible caricatura de Gobierno que cuando posa al completo en los jardines de la Moncloa, más que un consejo de ministros serio y responsable, parece una manifestación, de tantos como lo forman o deforman, pues es menester comprar y pagar el cupo de numerosísimos y prescindibles nombramientos ministeriales a los grupúsculos que sostienen en el poder este vergonzoso tinglado.
El actual Gobierno del partido socialista, o del partido de socios listos, en lugar de ir a los foros continentales a proponer, promover y defender que el español, debido a su importancia y extensión planetaria, se convierta en el único idioma oficial del barullo europeo; o que, al menos, sea reconocido como una de las 'lenguas de trabajo' de la fantasmagórica Unión Europea, que para esos menesteres solo reconoce tres –el inglés, el francés y el alemán, uno de los cuales viene de un país que ni siquiera forma parte de ella–. En vez de reivindicar eso, encontramos que va allí el gobierno socialista, con los pantalones caídos y toda la carne chamuscada en el asador, indigno marioneta correveidile de un prófugo de la justicia, a pedir furiosamente que, en detrimento de nuestro idioma común, Bruselas reconozca como oficiales europeas las minoritarias lenguas regionales del país –que se circunscriben a unas pocas provincias y no tienen, por tanto, implantación estatal–, en un denigrante ejercicio de baboso servilismo hacia los separatistas que con sus raquíticos votos sostienen estas insultantes zozobras que actualmente sufre España.
Desde las comunidades autónomas. Resulta muy evidente que la estructura territorial que nos dimos hace más de cuarenta años ha devenido en un caos sin pies ni cabeza, y conlleva un muy desordenado desorden, carísimo, que solo se sostiene a base de saquearnos a impuestos. Hoy día la defensa del estado autonómico solo la 'blablablean' los prebendados del sistema o los aspirantes.
Circunscribiéndonos al ámbito lingüístico resulta intolerable que haya regiones donde las autoridades del terruño, con la connivencia cómplice de las estatales de todos los colores a lo largo y ancho de casi medio siglo, inciten y promuevan que se arrincone o liquide el idioma español, que es el de todos, que es el oficial, y que se supone amparado por la Constitución. En algunas provincias se prohíbe estudiar en la lengua común, se multa a los establecimientos que así rotulan sus nombres y ayer mismo oímos en las noticias que la segunda cadena de la televisión estatal, pagada por todos ustedes, amables lectores, y por mí, va a emitir exclusivamente en catalán en aquella región española.
Mientras tanto, por estos sureños lares, el conservador Moreno Bonilla, presidente regional andaluz, sale hace unos meses dijo que quiere impulsar en los colegios no el aumento de la comprensión lectora o matemática, que mucha falta haría, sino el 'habla andaluza'. Y miren qué frase pronunció, que ni el mismísimo Aristóteles: «El habla andaluza es el reflejo del alma de los andaluces». ¡No me diga…! Pues yo le recomendaría al brillante filósofo señor Bonilla que pusiera al frente de la comisión que a esos 'respectos' va a crear con nuestro dinero, a la sevillana vicepresidenta socialista del Gobierno español, señora Montero, que con su montaraz deje, tan arisco y desaseado, que da mucha risa, va a quedar muy propia para «poner en valor el habla andaluza», intención lumbrera del citado político conservador. También homenajea cada año, todo arrobado y entusiasta como el primero, a aquel perturbado que se llamó Blas Infante. Y no digamos lo de Asturias, cuyas autoridades regionales han contratado este año más de cien profesores para que, de manera oficial, enseñen y fomenten el bable en los colegios públicos de allí. Pronto tendremos también separatistas asturianos, todo lo cual sería de mucha risa si no fuera porque es de mucho llanto.
Desde el lenguaje inclusivo. Este tipo de lenguaje que nos tratan de vender como muy moderno y muy a la última y muy de justicia, con el que pretenden embaucarnos propagandeando su intención integradora, encierra un calculado y retorcido espíritu opuesto a lo que tan sibilinamente difunden sus voceros. Es decir, camuflado con estudiada intencionalidad, lo que subyace en los promotores del lenguaje llamado 'inclusivo' es el consciente fomento del enfrentamiento entre hombres y mujeres, promovido por los consabidos 'lobis' deseosos de pescar en ese río revuelto y contribuir así, calculan ellos y ellas, a ampliar su estrecho margen de acción sexual.
Si decimos, a modo de ejemplo, 'los alumnos y las alumnas' no estamos integrando ni incluyendo cosa alguna; muy al contrario, estamos solidificando compartimentos estancos, enfrentando géneros, oponiendo humanos, fomentando rivalidades…, dividiendo en suma. Sin embargo, cuando decimos sencillamente 'los alumnos', chicos y chicas quedan genéricamente unificados, integrados e incluidos en un solo concepto o compartimento igualitario. Por ello, contra lo que venden estos 'lobiteros', impostores charlatanes, el verdadero y auténtico lenguaje inclusivo, no diferenciador sino integrador, es el que se expresa diciendo 'los alumnos', y no el disgregador, separador y excluyente 'los alumnos y las alumnas'.
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