De cómo los españoles humillan su propio idioma
Juan Chirveches
Miércoles, 26 de noviembre 2025, 23:09
Llamaremos 'malhablerías' al conjunto de adulteraciones, distorsiones, retorcimientos, arrinconamientos o corrupciones que a diario perpetran sobre nuestro idioma todo tipo de entidades públicas o privadas, ... comunicadores, empresarios, políticos y paisanos en general, aquejados globalmente de una insana irresponsabilidad en el cuidado, promoción y buen uso de la lengua española, o cómplices conscientes y aun fomentadores de su deterioro.
He hablado –o escrito– en ocasiones varias de un lamentable prototipo hispano, «el español antiespañol», que tanto abunda entre nosotros: sujetos y –dicho con ironía– «sujetas», habitualmente escorados a la izquierda, que no pierden ocasión de erosionar la imagen, la historia, las usanzas, la sociedad de su propio país. Y encima, hacen gala de ello. Ninguna otra nación asentada en el devenir de los siglos produce, ni por asomo, tan abundante cosecha de estos elementos. Y elementas. Sino que sienten el orgullo por sus ancestros, por su sangre, por lo que han sido y por lo que les ha precedido. Y si algo haya que cuestionar o cambiar para mejorar y modernizar sus sociedades, se va cambiando, naturalmente, pero siempre desde el respeto y la comprensión por lo anterior. Sin embargo, el español, en alto número, no. El español atropella de mala manera lo de antes. Lo desprecia. Lo aniquila. Lo borra –como si el pasado y las raíces en que se asienta pudieran borrarse–. Se avergüenza de su propia Historia. De su propio ser. Y es asombroso que nuestro país, España, pueda sobrevivir como nación y cruzar centurias soportando en su seno tal proliferación de vergonzantes e indeseables antiespañoles.
Pues bien. Si nos circunscribimos a la lengua común, diríamos que uno de los claros síntomas, entre muchos otros, que identifican y demuestran lo expuesto en el párrafo anterior se revela en esa permanente humillación a que los paisanos someten su propio idioma: conjunto de vejaciones idiomáticas que, como expuse al comienzo de este artículo, agruparemos bajo el término 'malhablerías'.
Y 'malhablería' es, por ejemplo, que aun siendo la tercera lengua más hablada del planeta y la oficial en más de una veintena de países asentados en tres continentes, la encontramos, empero, muy invadida de absurdos extranjerismos que la contaminan y enturbian, y que adquieren dimensiones muy irrespetuosas, muy agresivas y, aun, diríamos que muy grotescas. Es decir, que nos causan indisolublemente tanto dolor como hilaridad.
Veamos. Alguien, sin duda algún lumbreras de la política, ha decidido recientemente que el granadino Parque Tecnológico de la Salud pase a llamarse 'Granada TechPark'. Digo yo que, ya puestos, podrían haber completado la faena nombrándolo algo así como 'Granadeison TechPark', que habría quedado más propio y más acorde con esta grosera agresión idiomática perpetrada al complejo sanitario pagado y propiedad de todos los españoles, y no sólo del lumbreras neobautizador.
Claro que la cosa tiene sus antecedentes verbales. Porque ya existe aquí un festival de novela policiaca o detectivesca, muy brillante por cierto, al que sus creadores le pusieron el nombre de 'Granada noir' ('Granada negra', pero en francés, que se conoce lo veían ellos como más oscuro…). Tal expresión pareciera estar diciéndole a los posibles visitantes de nuestra ciudad: «a Granada no ir»; o sea, «no vaya usted a Granada». Qué cosas. Se deduce, por las pesquisas investigatorias efectuadas, que no le echaron demasiada imaginación al planear este ilícito verbal. O bien que los atufó en aquel momento de gala inspiración una vaharada perdida de «arsénico sin compasión». Menos mal que sobrevivieron.
Un repaso por los periódicos de papel, tan recomendables y que nunca nos falten, induce casi a diario a llevarnos las manos a la cabeza cuando por ejemplo leemos que un edificio local de moderna arquitectura ha sido nominado a los prestigiosos e internacionales premios Mies van der Rohe, lo cual, de primeras, nos alegra mucho. Mas la alegría se nos vuelve pena al percatarnos que la obra, ubicada en nuestra ciudad granadina, realizada por un arquitecto granadino, y pagada por la Cruz Roja granadina, se intitula 'Cardboard Office Red Cross on the Street': ¡en granadino puro, como se ve a las claras! No nos explicamos que en Granada, donde ya en el primer tercio del siglo XVI instalaron una histórica imprenta los hijos de Elio Antonio de Nebrija, autor de la primera 'Gramática castellana' (1492), la cual sirvió de modelo a otras lenguas romances, no es explicable, digo, que se prefiera titular algo, lo que sea, en un inglés tan tópico como acartonado.
Ser la tercera lengua universal por número de hablantes y la oficial en más de veinte estados, extendidos por tres continentes, debiera abrir anchísimas expectativas culturales y económicas, de comunicación, extensión o implantación para cualquier tipo de empresa o entidad española, y aun para cualquier particular, que habrían de lucir con orgullo sus nombres españoles en la lengua de Cervantes. Pero…
A una agrupación nacida en Granada, con sede en Granada y con un granadino al frente, que reúne a más de cien empresas del sector de la tecnología, quien sea –ser o no ser…– ha tenido la ingeniosidad de ponerle 'OnTech Innovation', y la cosa se ha dado a conocer en la mismísima Sevilla y olé, dentro del llamado 'Connect Forum', con el respaldo de la Confederación de Empresarios de Andalucía, que no de Cornualles…
Y para que no falte de nada, sin salirnos de Granada o sus alrededores, tenemos otros entes de amplia resonancia mediática como, en la mismísima Gran Vía de Colón, fundada y presidida por un granadino, el Secuoya Content Group, que va de audiovisaules; o el Greening Group, que va de energías renovables; o el Degusta Fest, que va de tapas, o el Flash! Fest!, que no sé muy bien de qué va, pero que está organizado con la colaboración de la Universidad de Granada. Sí, esa misma en la que estudiaron Julio Casares y Azorín: ¡quién te ha visto y quién te ve!
Pero ¡estamos salvados!: el pasado septiembre, en una convención cultural que tuvo lugar en Barcelona, la señora alcaldesa de aquí subrayó allí, en su intervención, que «Granada es y será siempre una ciudad donde la palabra y la literatura han hecho de la lengua un eje vertebrador de su identidad». Risas. Telón.
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