Amores laborales
Los códigos de conducta de las empresas pueden acabar poniendo límites al derecho a la vida privada
La multinacional de alimentación Nestlé, (Nespresso, Buitoni, Kit Kat, Perrier) acaba de despedir de manera fulminante a su consejero delegado, Laurent Freixe, por mantener un ... romance con una subordinada directa, lo que al parecer contravenía el código de conducta de la empresa. Los de Nestlé son suizos y de estricta moral luterana pero el despido y el espionaje previo no deja de ser un atropello al derecho a su vida privada, familiar, domicilio y correspondencia (artículo 8 de la Convención europea de Derechos Humanos). Coincidencia o casualidad, pocas semanas antes, el CEO de la startup de Nueva York Astronomer, Andy Byron, también fue despedido cuando se difundieron unas imágenes de su relación infiel con una empleada de la misma empresa con la que disfrutaba en un concierto de Cold Play. A muchos de nuestros compatriotas se les habrá puesto la piel de gallina porque las relaciones entre compañeros de empresa, clandestinas o no, están a la orden del día. Que se sepa, sin embargo, hasta ahora en España los casos de expulsión por tener un lío con un o una compañera de trabajo, son bastante inusuales. Puede que lo de Nestlé sea el síntoma de una vuelta al puritanismo como sospechan algunos sociólogos o, simplemente, una vuelta de tuerca en la política de Recursos Humanos de las compañías. Porque la excusa con la que los directivos justifican los despidos no es la relación amorosa, sexual o amatoria de los empleados despedidos sino su ocultación a la empresa. Pero cualquiera que trabaje en una firma sabe que, precisamente, la clandestinidad de las relaciones forma parte de la peculiaridad de esos amoríos y la necesidad de ocultarlo a los demás una circunstancia obligada porque genera, cuando menos, habladurías en los despachos y las máquinas de café.
Ya existe una colección de dichos o sentencias viejunas que lo advierten: «Donde yazcas, no pazcas» Y otras, algo más groseras, que riman con olla. En principio, las empresas no pueden echar a un empleado por ocultar una relación íntima con otro de inferior o superior categoría. Y, por otra parte, no está acreditado que trabajar con la novia, amante o amiga, perjudique el rendimiento laboral. Que yo sepa, tampoco pueden obligar a un trabajador a hacer público su romance laboral. Sin embargo, lo que se está imponiendo en las empresas es vigilar el conflicto de intereses que pueda suponer una relación íntima entre un directivo o directiva y un empleado de menor rango por las fugas de información o tratos de favor que pudiera implicar. De todas formas, atentos, porque las modas se extienden como una plaga y los códigos de conducta pueden acabar siendo tan elásticos que acaben poniendo límites al derecho a la vida privada.
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