Estética en Granada
Estética, honda palabra y honda elucubración. Si se da un universo de arte profuso pero nadie críticamente lo contempla, será tal vez más pobre su entidad y valor, cuasi indiferente su existencia
Juan Antonio Ruescas
Jueves, 14 de agosto 2025, 22:15
Cuando el pintor artístico planta caballete y lienzo en blanco, ofrece como un prenuncio de contemplación grata. Y dadas ya las primeras pinceladas, apenas se ... vislumbra la figuración, cuando el artista se retira, entorna los ojos y se inicia su prematuro análisis de la obra. Sigue el proceso dando trazos el pincel, de un color u otro, configurándose más la pintura, hasta la impresión final del acabado.
Mas, sin saber por qué, lo que a uno le suscita mayor novedad, aparte del feliz resultado, es esa frecuencia del autor en retirarse a cada poco, a cada aparecerse más su creación, y apreciar muy rigoroso el discurrir de ella en la recta conducción fiel de la idea prevista, del antes pre-imaginado cuadro. Acaso esa súbita pero intermitente inspección de la obra, tal acción, en verdad ya deviene estética; esa mirada de su contemplación tan apreciativa, bien puede decirse que constituye un hacer estético, y con ello se nos patentiza tal que función paradigmática de la disciplina Estética. En rigor etimológico de base, aisthetike, como percepción sensitiva, sobre la que, en lo bello luego se hace tal disciplina.
Estética, honda palabra y honda elucubración. Si se da un universo de arte profuso pero nadie críticamente lo contempla, será tal vez más pobre su entidad y valor, cuasi indiferente su existencia. Tal así como, análogamente, este Universo que habitamos no sería de ciencia y conciencia si no se hubiera contemplado con agudez y rigor. Y la Estética busca contemplar estudiosamente el arte y en definitiva lo bello. Con lo que nos vienen en camino dos términos cultos que se usan indistintamente, o bien, en vulgo rutinariamente se confunden: Estética y Belleza –sobre todo en adjetivación, 'estético' o 'bello' diseño–.
La etérea Belleza entendémosla como ínsita en gran parte de la Naturaleza o en obra de arte consumada. Sobre la entidad de lo bello –ya saben– largamente a lo largo de la Historia (cultural) se ha divagado y discutido. Habría que recorrer un sendero que arranca en Platón y Aristóteles, y acabaría en Kant y Hegel, sin más pausa en tantos de menor monta; pero, a medio andar preferimos a un Tomás de Aquino como hito de fecunda altura. Escueta y precisa definición de lo considerado bello: Pulcra sunt ea quae visa placent –son bellas aquellas cosas que vistas, percibidas, agradan–. Así de simple el objeto de la Estética dada como ciencia. Un agrado por el hecho de contemplar; siguiendo con Latín, tal es, por el captar en sí mismo, qua tale: el agrado por la precisa percepción, sin parecer o confusión con otros varios sentires, como pueden ser el gastronómico ante un bodegón, el sexual ante las Gracias de Rubens o los desnudos del Museo Vaticano –un rector de Universidad no conducía a verlos si previo no se percataba de un bello pasmo ante la Columnata de Bernini–.
Con los antedichos supuestos, ya se ve el recto cabal sentido de la Estética, primordialmente definida como la Filosofía de lo bello. Y ya, Estética en Granada, donde salvo algún error de bulto, como el dichoso caballito encima del Ayuntamiento, tantos y bellos escenarios se dan para hacer Estética. Decía brillante Ortega y Gasset cómo un amigo suyo profesor de Filosofía, paseando por Leipzig, aducía que la ciencia moderna es de origen ítalo-francés, que los alemanes crearon la Ética, los ingleses la política, y –siguiendo él mismo– la Estética debería surgir en nuestro país. Mas si esto fuera así, ¿cuánto especial debiera brotar en Granada?
Y muy a cuento viene todo lo árido antedicho, con la vista puesta en proyecto de proponer a Granada como capital europea de Cultura. ¿No es así muy consentáneo el alto pensar, cual ingrediente notorio de Cultura, en su arte bien apreciado y repensado? Quiero referirme al esteticismo en Granada, de ilustres, próvidos pensadores del muy bello patrimonio, doctos enseñadores del mirar y contemplar estético aquí.
En cierto día recreándome desde abalconada Galería del Peinador –de Torre de Comares a la del Peinador– en la Alhambra, con tan lindo panorama del hondo cauce del Darro abajo, y el blanco Albaicín arriba, una señora de grupo catalán allí coincidente, se me acerca y me pregunta acerca de tal visión. Le explico con parco saber, y hete aquí su respuesta: «Cómo se ve que es Ud. profesor». No serían los datos ni erudiciones, creo, lo que le valió, sino más bien el fiel talante descriptivo y maneras de contemplación estética –sea inmodestamente dicho– que quizá como granadino por vida he cultivado.
Dicho 'cultivo' mucho supone, como el pintor, detenerse, una pizca apasionados ¿poetas?, y por grados apreciar la belleza delante. Hasta el mismo Dios, según la narración bíblica, parece detenerse en sus secuencias creadoras, según pulcra apreciación en el solemne Oratorio de Haydn (Und Gott sah dass es gut war) «Y Dios vio que ello estaba bien», tal como el artista comprobando su obra.
En fin, Granada, de cumbres nevadas y nervios fluviales, monumental, toda artística, de letra o lírica…, sobrado capítulo puede escribir de muy enjundiosa Estética para Europa y el Mundo.
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