Jóvenes y suicidio

Son sobre todo chicas. Los chicos consumen drogas o alcohol y se comportan de forma violenta. Las chicas, en cambio, son más afectivas, sufren ansiedad, depresión, estrés postraumático... Al comienzo de la pandemia las hospitalizaciones por anorexia nerviosa subieron más del 22%. También son ellas las que más trastornos alimentarios padecen. Por otra parte, las redes sociales son un caldo de cultivo.

El psiquiatra Rodrigo Puente ha llegado a afirmar sobre esto que «los 'padres' de muchos niños son ya sus propios dispositivos electrónicos». Cuando se sienten mal se refugian en la tablet o ven una serie. En cuanto brotan, las emociones se desbocan y no saben ni identificarlas ni gestionarlas. Y los padres y los educadores, víctimas de las prisas, no les ayudamos a comprender lo que les pasa. Muchos chavales no pueden contar con la ayuda de los padres ni con la de los adultos porque se han sentido solos. Les faltan motivos para vivir y sienten un enorme vacío.

La familia es el primer espacio psicológico en el que uno ha de ser valorado por pertenecer a ella, sin más. Los padres son los primeros educadores y la clave de una buena educación es doble: la coherencia de vida y entusiasmar con los valores que no pasan de moda. La familia es el lugar donde se comparte, donde no estamos solos.

Tenemos junto a nosotros a otros que nos sostienen, nos mejoran, nos apoyan… Esto hay que aprenderlo, hay que vivirlo, y hay que gritarlo a los cuatro vientos en un mundo donde la soledad resulta dramática.

La familia es el lugar donde se viven los éxitos y se comparten las penas. La familia es el lugar de la ternura, donde se aprende a querer evitando las relaciones tóxicas que no son amor. En la familia se aprende a querer la debilidad y la fortaleza; la vulnerabilidad, la necesidad y la plenitud. Porque se ama a las personas como son, no como uno se las puede imaginar.

Por todo esto, la familia es fundamental para la recuperación de estos chavales, aunque a veces no es fácil la comunicación. Pero hay que vencer la tentación de tirar la toalla, a pesar de que en un primer momento haya rechazo por parte de los jóvenes. Siempre hay que estar dispuestos a escuchar. Y debemos enseñarles a manejarse en el entorno digital: a establecer controles, a fijar tiempos, a hacerles entender que hay páginas que no deben visitar...

A los adolescentes se les pueden ocurrir iniciativas interesantes que a primera vista parecen tonterías. Es bueno que las cuenten para ayudarles a sacar provecho de sus emociones. Los padres y educadores tomemos sin miedo decisiones que todavía no pueden tomar los niños y adolescentes por sí mismos.

Para la Iglesia, la salud mental y el asunto del suicidio no es un problema menor. Además de las razones de tipo médico, los suicidios hablan de desesperanza, de soledad… A la Iglesia le importa aportar ayuda a las personas que se encuentran más amenazadas. Por ello, a través de sus congregaciones religiosas, parroquias e instituciones, siempre ofrece motivos para vivir.