Más de 100 criaturas del colegio San Valentín estaban expuestas desde el inicio de curso –hace ahora dos meses– a un peligro inminente por el ... estado en el que se encuentra este centro educativo situado en el barrio de El Tagarete de la capital. Estos menores, el profesorado y resto de personal que cada día pisan estas instalaciones corrían riesgo diario por las 'patologías' en la estructura del edificio, según el Ayuntamiento de Almería. La enfermedad del inmueble no se ha curado con cirugía menor, sino que el colegio está en la UCI dado que los estudiantes han sido realojados de inmediato y están en otro colegio, en el Juan Ramón Jiménez del barrio de la Plaza de Toros. Precisamente, ahora, cuando hay que bajar ratios y guardar distancia social por la pandemia, se apila el alumnado en un mismo centro, pero la gravedad del asunto está en la negligencia cometida.
Los edificios van avisando hasta que se caen. Y este no se ha caído por una sencilla razón: porque dios no ha querido. De momento, no he visto que a nadie se le haya caído la cara de vergüenza por esta situación y los responsables tienen nombres y apellidos. El verano tiene tres meses y durante dos de ellos los colegios permanecen cerrados. Es el momento de conservar, de diagnosticar posibles problemas en las estructuras de los colegios y, sobre todo, de actuar. Ahora, todo el mundo a correr. Estas familias se secan el sudor de la frente pensando en lo que se ha evitado por un segundo y ahora, pese a que tendrán que atravesar la ciudad para que sus hijos e hijas puedan continuar sus estudios, lo único que piensan es que no ha pasado una desgracia e, insisto, porque dios no ha querido.
En este sentido, entiendo ahora por qué el Ayuntamiento de Almería que dirige el 'influencer' Ramón Ferández-Pacheco ha plagado los mupis de la ciudad con estampas gigantes de San José en las que reza «San José protege a Almería». Ahí está el secreto. Los fallos en su gestión los arregla San José desde el cielo. El Ayuntamiento se ha ahorrado una pasta en arreglar el edificio poniendo carteles religiosos en cada esquina porque, en un corto espacio de tiempo, iba a ser más efectivo. Espero que no los quiten en un tiempo. No, mientras sigamos paseando por las calles del casco histórico junto a inmuebles en ruina. No, mientras sigamos circulando por calles como Sierra Alhamilla donde, no se sabe cómo hay que decirlo, el diseño y distribución actual de los pasos de peatones son una inutilidad –este jueves atropellaron a un joven ciclista, que yo lo vi.
Ya podían haber llenado los beatos del consistorio la capital de santos y vírgenes antes de que perdiera la vida aquel trabajador en el túnel de la Goleta en un día de intensa lluvia. Hay desgracias que se pueden evitar con la supervisión y observación, pero aquí la mirada sólo se dirige al cielo.
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