Arquitectura viva
«¿Qué sucedería si una vivienda tuviera la capacidad de cambiar la temperatura o la disposición de los muebles según nuestro estado de ánimo?»
José Moreno
Arquitecto
Sábado, 22 de noviembre 2025, 14:00
La arquitectura, tradicionalmente concebida como un refugio donde el ser humano se adapta al espacio, está a las puertas de una posible revolución. Aunque hoy ... en día, las viviendas dogmatizadas nos ofrecen ciertas comodidades que no van mucho más allá del control remoto de las persianas, luces o electrodomésticos, lo que muchos imaginan para el futuro de las viviendas puede llegar a ser notablemente más complejo: casas que no solo responden a nuestras necesidades físicas, sino que también sean capaces de interactuar de manera emocional con nosotros.
La idea de viviendas adaptativas, capaces de ajustar el ambiente en función de nuestro estado de ánimo o de nuestras propias emociones, puede parecer una visión de ciencia ficción, pero a medida que avanzan la tecnología y la inteligencia artificial, se puede ir convirtiendo en una posibilidad real.
Imaginemos por un momento un futuro en el que nuestras casas sean capaces de analizar constantemente nuestros estados emocionales, adaptando el entorno en función de lo que perciben. ¿Qué sucedería si una vivienda tuviera la capacidad de cambiar la iluminación, la temperatura o la disposición de los muebles según nuestro estado de ánimo? Si bien esto suena atractivo como una mejora en la calidad de vida, surgen preguntas inquietantes sobre los límites de esta autonomía. En este escenario, la vivienda ya no sería un simple espacio funcional, sino un 'ser' con la capacidad de modificar nuestra experiencia diaria.
Para entender esta visión, podemos pensar en obras contemporáneas que ya comenzaron a explorar la relación entre el espacio y el usuario de maneras inusuales. Proyectos como el Museo Judío de Daniel Libeskind en Berlín, nos muestran cómo la forma y el espacio pueden estar íntimamente conectados con la experiencia humana, respondiendo a necesidades funcionales y emocionales. Sin embargo, estos ejemplos no responden a un comportamiento autónomo de los edificios, sino que subrayan la capacidad de la arquitectura para evocar reacciones emocionales e incluso fisiológicas. La diferencia que plantean las posibles viviendas adaptativas del futuro sería que los edificios, gracias a sus sistemas inteligentes, tomarían el control sobre esas reacciones.
En todo caso, el concepto de viviendas adaptativas no es completamente nuevo. Se remonta a teorías de arquitectos como Archigram, que ya en los años 60 promovieron la idea de la arquitectura como un organismo móvil y flexible, en constante cambio para responder a las necesidades de sus habitantes. En aquellos tiempos, la idea de edificios con capacidades autónomas parecía una fantasía, pero los avances actuales en tecnología de sensores, bit data e inteligencia artificial nos han acercado mucho más a hacer de esa fantasía una realidad.
Lo que está claro es que la arquitectura del futuro podría llegar a ser un entorno donde las emociones y las decisiones humanas ya no sean completamente autónomas. En este futuro, las casas no solo responderían a nuestros movimientos físicos, sino que tomarían decisiones de cómo vivir, cómo organizar el espacio y cómo influir para intentar mejorar nuestra vida. Y aunque este tipo de arquitectura adaptativa todavía parece my lejana, los avances que estamos viendo en la domótica y en la integración de la inteligencia artificial nos están llevando, paso a paso, hacia esa realidad. Sin dudas, un futuro donde los límites entre el usuario y su entorno se desdibujen plantea más preguntas que respuestas, y la gran interrogante será si estamos dispuestos a ceder parte de nuestra autonomía a la arquitectura que habitamos.
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