Dicen las malas lenguas que fue la 'malafollá granaína' la que se extendió por la red para provocar un apagón general. Veinticinco segundos antes del ... cero eléctrico, algún vecino se concentró para parar la vida nacional, aunque la ministra de Transición Ecológica, Sara Aagesen, ha afirmado que la hecatombe se inició a las 12.32 horas y 57 segundos en una subestación eléctrica de Granada. Milongas. Fue la maldición de un descendiente de Chorrojumo, cabreado por que se llevaran la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial a La Coruña. Ya se sabe lo que dicen en el Sacromonte: «Dios te podrá quitar la vida y los jueces los bienes, pero lo que nadie podrá quitarte es la 'malafollá' que tienes». Lo podría haber dicho la ministra, pues la realidad es que todavía se desconocen las causas de la avería, como le han reprochado el Ayuntamiento y la Diputación de Granada. Al menos, ya han dejado de decir que podría tratarse de un ciberataque.
En la sociedad de la información, abundan las medias verdades, las mentiras enteras y los bulos. Prefieren que pensemos en el apocalipsis que en la incompetencia y la corrupción política. En una atmósfera desquiciada es difícil distinguir la mentira de la verdad. Para ello, lo mejor es centrarse en lo concreto. Por ejemplo, que el Ayuntamiento de Granada ha nombrado jefe de estudios de la escuela de la Policía Local a un subinspector detenido varias veces y acusado de malos tratos a su mujer y a sus hijas. No es un chascarrillo de 'Loca academia de policía', sino una decisión incomprensible, como denunciaba Jesús Lens en IDEAL. Un cargo de libre designación, lo que nos da una pista de la idea de la justicia de quienes han efectuado el nombramiento, aunque desde el consistorio se alegue que no había otro destino posible para él. En las redes sociales hay demasiada gente que echa espuma por la boca, pero la violencia más nociva es la que se practica en la intimidad. Si somos tan vulnerables a la manipulación y a la persuasión en los medios, más lo somos en el ámbito doméstico. Lo peor que pueden hacer los responsables públicos es dar la impresión de que toleran esto. El silencio equivale a aquiescencia, pero si hablamos de violencia machista hay silencios que terminan en un funeral. Y eso sí que tiene 'malafollá'.
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