Con la música a otra parte
José María Guadalupe
Lunes, 12 de mayo 2025, 23:01
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José María Guadalupe
Lunes, 12 de mayo 2025, 23:01
Bueno, no sé, quedamos pocos de los que disfrutamos en la juventud de los guateques, aquellas reuniones en casa de cualquier amigo donde chicas y ... chicos afines disfrutamos de tardes de charletas anodinas, bebidas sin alcohol y bailes a distancia con aquella chica que pudo haber sido y no fue. Estábamos en la edad de disfrutar del twist o del rock and roll, que venía de América sin aranceles, y la juventud se movía a otro ritmo más desenfadado, enloquecido, disparatado. Aquello fue una tocata y fuga para nuestro esqueleto y un estímulo físico semanal ejercitante para estar en forma.
Quiero recordar con admiración a Eduardo y Fermín, –cantante y músico– fundamentales del grupo Los Windys, que alternando sus estudios universitarios parieron el 'rocanrol' en directo en la única sala de fiestas para todos los públicos que bautizó la familia Garrido como 'Jardines Neptuno'. Esta sala, que también ofrecía cante y baile propios de nuestro folclore con un 'Gran show flamenco', se ganó en justicia el reconocimiento de los granadinos que por la década de los sesenta tenían costumbre de salir con amigos los fines de semana o celebraciones familiares. Además servían una cena 'confortable' en su restaurante. Igualmente las agencias de viajes y hoteles recomendaban al turismo la visita obligada al local de moda en aquellos años donde más de una noche emocionaba con su arte Mariquilla.
Existía otra sala de fiestas para adultos necesitados de afectos, que era el Rey Chico, allí se consumían copas de bebidas espumosas y espirituosas que solían ir acompañadas de señoritas de alterne al descorche, que embelesaban al personal con su perfume de 'Maderas de Oriente', y una orquestina que interpretaba melodías amorosas para el asunto coyuntural.
Una de las anécdotas más prodigiosas de aquella sala fue cuando un sátiro asesor próximo al recién nombrado gobernador civil de Granada –aquel que puso un teléfono de atención al ciudadano y se escuchaba como la voz de Aladino: «Hola, soy el gobernador. Dime lo que quieres»– se lo llevó una noche a aquella pecaminosa sala y la autoridad competente, a las pocas horas, entró en una euforia de beodez imperial hasta el punto de que tuvo que salir auxiliado por la Policía al palacete de la Gran Vía, antigua residencia de los Müller, sede del Gobierno Civil. Se veía venir.
Pues el caso, es que la providencia ha querido que Fermín y Eduardo se marcharan con la música a otra parte en unos días de diferencia. Como eran buena gente sospecho que allá estarán afinando a los serafines y querubines para liarla parda al ritmo de lo que encarte, que a saber de Dios lo que encarta en el Paraíso después de los tangos de Francisco.
Aquí está en Granada, tierra soñada por mí, vivo y coleando, el profesor, compositor y director Miguel Quirós, superviviente de aquellos primogénitos Windys, el que puso música a «Como un amor de verano», un poema de la bella musa y actriz Esperanza Clavera. He quedado con Miguel para tomar un «algo» cualquier día no muy lejano, antes de que la Parca venga a por uno de nosotros, y charlar de aquellos y de estos tiempos en clave de sol.
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