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Se me apagó el cigarro

Lunes, 15 de septiembre 2025, 23:15

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Cuando Sarita Montiel cantaba aquello de «Fumar es un placer» la creímos con total convencimiento porque veníamos ya 'educados' por la moda social, la gran ... pantalla, nuestros profesores e, incluso, los médicos de cabecera que solían tomarnos la tensión con un cigarro en la boca. ¿Quién no recuerda, aunque sea a través de documentales, los puros humeantes de Churchill, Castro, Hemingway o Bernabéu? Santiago Carrillo murió, durmiendo la siesta, a los 97 años después de fumarse media Tabacalera Española –hoy Altadis–. Mi afición por el tabaco viene de lejos, quizá desde los catorce años, cuando vi en el cine a Toro Sentado y a Caballo Loco que fumaban en pipa y se la ofrecían a los aplaudidores de la tribu. Los jóvenes imberbes locales nos iniciamos con los cigarrillos de matalahúva que vendían en la plaza de Bib-rambla. La matalahúva era lo más parecido a lo que consumían Toro Sentado y Caballo Loco. Qué mejor forma de hacer el indio. Yo, como digo, he sido fumador y dejé de serlo –no pretendo ser crítico, lo más mínimo, con quienes están presos de este vicio– pero abandonar el tabaco fue un acto de sensatez por mi parte. Es una droga que, silenciosamente, va horadando el organismo. Mi «ángel de la guarda», a la sazón cardiólogo, me enseñó en el lecho del dolor unas placas donde se veían las arterias obstruidas por la «rica» nicotina que había consumido a lo largo de mis años como fumador. El «ángel de la guarda» –José Antonio, en el SAS– fue lacónico y directo: «¿Después de haber visto esto, piensas seguir fumando?». Evidentemente, mi respuesta fue tan contundente como su pregunta: «No». Y así ha sido hasta ahora donde, con alguna frecuencia, se ha manifestado mentalmente el hábito pero no el deseo.

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