La poca vergüenza
Decir ahora lo que dice, y de la forma que lo dice, es pensar en que todos los políticos son iguales, aunque no lo sean
José María Granados
Periodista
Miércoles, 2 de julio 2025, 20:04
Pepe 'El Tomillero' escucha las declaraciones de un político de esos que llevan toda la vida como representante de los almerienses y que, pese a ... ello, mantienen la queja de la falta de comunicaciones que tiene Almería, de lo caro que son los billetes de avión a Madrid, de la falta de agua que impide un mayor desarrollo de la provincia y de tantas y tantas carencias como se mantienen vivas en esta provincia que tanto da y recibe tan poco gobierne quien gobierne, al menos desde que se consiguiera la A-7 y se concluyera la A-92. Escucha sus declaraciones en una emisora local y menos mal que está acostumbrado y consigue no distraer la atención más allá de lo que pueda contagiarse de esa risilla interior que le fluye tras los exabruptos que salen de la boca del profesional de la cosa pública a más velocidad de las que se mueven las piernas de Mbappé.
Calentito ante el micrófono desarrolla la estrategia de echar mano de los prontuarios partidistas hasta plantear silogismos que al final se convierten en sofismas porque, para empezar, si a la primera pregunta que pudo responder el político «¿Son todos ustedes iguales?», lo negó, no puede luego recortar el aforo para validar aquello de «dime con quien vas y te diré quién eres» en referencia, claro está, a los ocupantes del Peugeot socialista: tres puteros y un aspirante a secretario general que, según el diputado, también lo era.
Y es que Rafa Hernando, el alcarreño, los ha metido a todos en el mismo saco, olvidando muchas cosas, entre ellas la vergüenza. Tal es así que siguiendo su receta favorita el dicho de «quien se acuesta con niños amanece mojado», bien se podría aplicar a la propia representación política de Hernando, en la que hay de todo, como en botica.
Ahí es nada recordar aquél viaje a Bruselas propiciado desde la Diputación Provincial, con billetes y estancia a cuenta de la cosa pública y una representación almeriense marcada después con nombres y apellidos de representantes públicos que, aprovechando la distancia y el que nadie los conocía en la capital belga, terminaron la jornada, se supone que de trabajo, abrazados a la que dicen es la profesión más antigua del mundo. El listado de participantes queda en los archivos de la compañía aérea, en los registros de los hoteles belgas, se puede consultar en las memorias de la Diputación y en la de algunos ayuntamientos que enviaron a alcaldes. ¿No fue nadie del partido de Hernando? Pues sí, sí que estaban allí haciendo lo que tenían que hacer y eso no significa que el señor Hernando sea como ellos o que se contagiara de la forma de comportarse de sus compañeros de partido. ¿O sí? Decir ahora lo que dice, y de la forma que lo dice, es pensar en que todos los políticos son iguales, aunque no lo sean; es sospechar que todo lo malo se pega; es entender que pecar menos es no pecar por mucho que se haya pecado; es acusar por acusar y, especialmente, es creer que todos son de la misma condición. Refranes hay muchos, dichos hay más y vergüenza, lo que se dice vergüenza, cada vez hay menos, especialmente en algunos elementos de una clase política que se han mantenido de la cosa pública durante toda su vida y que creen en el contagio de los demás, pero no en el suyo propio. La epidemia llamada corrupción ataca a unos y otros, pero no a todos, siempre hay quien se salva. Desde luego que hay excepciones a eso de «dime con quien vas y te diré quién eres», muchas más que «quien tiene vergüenza ni come, ni almuerza»
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