La gran pregunta
«Maestro, en serio, ¿qué es la felicidad?»
José Manuel Palma Segura
Periodista y teólogo
Martes, 5 de noviembre 2024, 00:16
Hay una faceta de mi profesión que valoro una enormidad: el hecho de que el alumnado me ponga a prueba con sus preguntas. No me ... refiero a que me saquen de mis casillas. Hablo de aquellas dudas que a cualquier adulto le dejarían descolocado por la profundidad y la seriedad de las mismas. Eso fue lo que me sucedió una mañana con la clase de tercero de Secundaria. Uno de mis alumnos, inquieto como él solo, me espetó a quemarropa: «Maestro, en serio, ¿qué es la felicidad?». No se escuchó ni una mosca. Los ojos de sus compañeros me miraban expectantes. Y, al igual que ahora, me encomendé a todo el coro celestial para que me iluminase con algún ejemplo ilustrativo. Porque, si a alguien se le ocurre dar una recetita para salir del paso, sepan que los adolescentes se darán cuenta de que no tienes ni idea. Pues bien, allá voy.
«¡Vamos a ver! ¿Qué le sucede a un móvil cuando se le está acabando la batería?», les pregunté. Y, como era de esperar, el silencio fue la respuesta. Así que proseguí: «¡Muy sencillo! Primero, te salta la opción de 'ahorro de energía'. Si aceptas, algunas aplicaciones dejan de funcionar en segundo plano. Y si apuras el móvil, te salta un último aviso: 'ahorro de energía extremo'. Es decir, al celular le queda nada para apagarse. A partir de ahí, solo se puede utilizar para algo esencial y lo que más importa. ¿Sabéis a qué me refiero?». Se miraban entre ellos y sonreían. Afortunadamente, una alumna respondió: «Pues para hacer y recibir llamadas».
Asentí. Entonces les hice caer en la cuenta de que, al igual que le sucede a un móvil, también nos ocurre a nosotros. Con la batería o la vida al 100%, malgastamos energía y tiempo en un montón de aplicaciones superficiales, en cosas efímeras. Pero, cuando sabemos que a la batería (nuestra vida) le queda poco tiempo, nos centramos en lo esencial, silenciando el resto de entretenimientos. En el caso de un móvil, se trata de hacer y recibir llamadas. Y en nuestro caso, nos centramos en dar y recibir amor. Lo esencial, lo más importante.
De ahí que los mensajes que enviaron los pasajeros de los vuelos del atentado del 11S estuvieran cargados de amor: «Papá, mamá os quiero»; «Lo mejor que me ha pasado en la vida fue conocerte. Te quiero»; «Esté donde esté, te querré siempre»; «Dile a los niños que los quiero. Y perdóname si alguna vez te hice daño»; «Estoy en manos de Dios. Os quiero»… Todos sabían que iban a morir y nadie hizo otra cosa, salvo lo más importante, lo esencial: amar.
Lo dice muy bien san Pablo a los Corintios: «Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy un platillo ruidoso. Aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera una fe como para mover montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve… Las profecías se acabarán; las lenguas cesarán; el conocimiento se acabará… Pero el amor no pasa nunca».
Por tanto, volvamos a la pregunta: ¿qué es la felicidad? Pues, a la luz de lo dicho, creo que valorar y disfrutar lo esencial: el amor. Esa es la prueba de que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Pues si Dios es amor (1Jn 4, 8), cuando amamos, hacemos presente el cielo aquí en la tierra. Por eso, aunque no somos ángeles, nuestro amor puede llevar a alguien al cielo. Así que atrévete a amar, atrévete a ser feliz.
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