La próxima revolución
Cuantas riñas por cruce de mensajes escritos podrían haberse evitado o mitigado con una charla, café mediante.
José Luis González
Sábado, 21 de septiembre 2024, 15:48
Se nota ya cierto hartazgo en una gran porción de la sociedad respecto a nuestra forma de comunicarnos en estos tiempos que corren. Y también ... de sentirnos aplastados por una montaña de información deslavazada y de escasa o nula fiabilidad. Me refiero, claro está, a la poderosísima influencia que ejercen en nuestra vida diaria las redes sociales en general, incluidos los grupos de mensajería instantánea que tantos quebraderos de cabeza son capaces de provocarnos. Ya saben que lo escrito de forma compulsiva no tiene alma, no goza de los matices de la conversación hablada, que suaviza tanto los reproches como las alabanzas expresando las genuinas intenciones de los interlocutores. Cuantas riñas por cruce de mensajes escritos podrían haberse evitado o mitigado con una charla, café mediante.
Además, dado que ya no existe la menor duda de que la sociedad padece una irreprimible dependencia de las pantallas, sean estas las pequeñas y omnipresentes del teléfono móvil o las más voluminosas de la tablet o el ordenador, también se ha creado una conciencia de patología severa que nadie quiere para sí o para sus seres queridos. De tal modo que un número creciente de personas, comenzando seguramente por las más sanas intelectualmente, ha caído en la cuenta de que es hora de serrar los barrotes de esta cárcel en la que nos hemos enclaustrado voluntaria y gustosamente.
Hasta los estados del llamado 'mundo libre' han caído ya en esta cuenta, iniciando una guerra contra las grandes plataformas digitales de comunicación instantánea y gratuita, particularmente contra sus dueños. Que, hasta ahora, gozaban de total libertad/impunidad –de esa que les gusta a ellos y a los mandamases de la extrema derecha- para dar rienda suelta a bulos, a todo tipo de mensajes y a la difusión de archivos incluso de carácter delictivo que se distribuyen ente la población sin tener en cuenta restricciones tan considerables como la edad de los probables receptores. Convirtiendo el teléfono móvil en un arma de autodestrucción, sobre todo de aquellos y aquellas con menos armas para contrarrestar su enorme poder de hacerles daño.
Fíjense también en otros datos que se nos ofrecen por goteo desde los medios de comunicación tradicionales –los más serios, por supuesto-. Como ese de que la Inteligencia Artificial (IA) no avanza y no se propaga su uso entre la población como habían pronosticado los grandes gurús de la cosa. Antes, al contrario, la sociedad se ha mostrado hasta ahora bastante remisa a su uso generalizado, dubitativa ante los grandes interrogantes que plantea. Más allá de los fuegos de artificio que vienen a ser sus usos para suplantar rostros y voces más o menos populares.
Otro ejemplo, podrían ser las informaciones sobre los claros signos de agotamiento entre la clientela habitual de marcas como la de la manzana. Cuyos avances de un modelo de móvil a otro nuevo cada vez son menos atractivos, sobre todo para la población más joven. Ahíta de recursos tecnológicos que ya no saben ni cómo ni dónde utilizar, siquiera si van a tener tiempo para ello en el marco de su vida social. Por no hablar de que los padres y madres comienzan a poner pie en pared ante los abusivos precios de esos dispositivos que socavan inútilmente la economía familiar y que de un año para otro parecen estar obsoletos a ojos de esta sociedad de consumo desmedido. «Es el mercado, amigo», que diría el gran Rodrigo Rato.
Llegando con todo a la conclusión de que, a no mucho tardar, se producirá la gran revolución de esta y, quizás, de la siguiente década. Que se materializará con la moda que se intuye a la vuela de la esquina: el abandono progresivo y sostenido en el tiempo de las redes sociales y los grupos de mensajería instantánea, de los que ya están huyendo como de la peste colectivos como las AMPA's de los centros de enseñanza primaria y secundaria. Aunque lo que no tengo muy claro es si semejante rebelión comenzará por los sectores más añosos de la ciudadanía o, por el contrario, por los más jóvenes. Si personajes tan perniciosos como Elon Musk acabarán sucumbiendo primero ante los ojos de la 'generación Z' o, por el contrario, entre los 'millennials', la 'generación X' o la 'boomer'. Sea como fuere, descorcharé un buen cava sobre las cenizas de semejante arma de destrucción masiva y brindaré por tanto personaje siniestro, anónimo o no, abrasado en la hoguera de su propia vanidad e iniquidad.
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