De humanos y bestias
La abundante información proporcionada por los medios de comunicación sobre esta tragedia (...) nos dejan una foto fija muy nítida que nos debe servir para intentar prevenir en lo posible que el desierto siga avanzando en la Península Ibérica
José Luis González
Jaén
Viernes, 15 de agosto 2025, 22:34
Esta semana acaba ennegrecida por el fuego que ha abrasado joyas naturales e históricas como la de Las Médulas, la mayor mina a cielo abierto ... del Imperio Romano, en un entorno de la comarca de El Bierzo (Lugo) declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997. Pero que también ha dejado gran desolación a su paso por zonas arboladas a lo largo y ancho de España y Portugal. Las imágenes en televisión y la abundante información proporcionada por los medios de comunicación sobre esta tragedia, que por desgracia se agrava año tras año, nos dejan una foto fija muy nítida que nos debe servir para intentar prevenir en lo posible que el desierto siga avanzando en la Península Ibérica. Le va la vida en ello al entorno en el que vivo, el Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, por fortuna exento de incendios graves durante las últimas dos décadas.
Pero incluso en el marco de este infierno, si acercamos la lupa lo suficiente, podemos encontrar ejemplos de lo mejor de la naturaleza humana. La expresión de bondad y sacrificio de una persona que, en esta columna, enfrentaré a la oscuridad viscosa del corazón de otra. Ambas actitudes manifestadas en su relación con los animales, desde mi punto de vista la interacción que mejor define la verdadera esencia de un ser humano. Porque tengo para mí que la correcta coexistencia social, la supuesta bonhomía de una persona exteriorizada en sus vínculos familiares, amistosos o vecinales, está impregnada en no pocas ocasiones de una casi indisimulada hipocresía. Pero la afinidad entre personas y animales adolece de este necesario defecto, tanto para lo bueno como para lo malo. Más que nada porque estos últimos no están dotados para desenvolverse en su vida sin mostrar a los demás su auténtica naturaleza.
Algo que sí han hecho a las claras un ciudadano español de origen rumano que vivía en el municipio madrileño de Tres Cantos, y un sujeto español extremeño de pura cepa y con gusto por la caza, cuyos nombres conocimos el pasado martes. Su profesión como mecánicos era el único vínculo, la única coincidencia entre ambos. El primero de ellos, de nombre Mircea, se dejó la vida con 50 años el pasado lunes en el pavoroso incendio que arrasó en tiempo récord un millar de hectáreas en esa zona de la Comunidad de Madrid. Le pilló reparando el coche del dueño de la finca hípica que fue pasto de las llamas. Cuando cayó en la cuenta de la intensidad del fuego, su primer impulso no fue huir para escapar de él, muy al contrario, pensó primero en los caballos que permanecían encerrados en los establos. Para su desgracia y la de los propios animales, no había nada que hacer. La salvaje capacidad destructiva del incendio convirtió el lugar en un infierno en pocos minutos. Murió al día siguiente con el 98% por ciento de su cuerpo quemado.
El segundo, apodado 'El patilla', mató de hambre y sed a sus 32 perros. Quedaron encadenados y abandonados en la finca de la que es propietario, situada cerca de Azuaga (Badajoz). Los que iban muriendo primero servían de última comida a los más fuertes, aquellos que sobrevivían más tiempo. Así, hasta que todos exhalaron su último aliento encogidos de dolor y tras varios días de indecible sufrimiento.
Pues bien, el buen hombre hispano-rumano es hoy llorado por su comunidad de Tres Cantos. Mientras, la mala bestia de Azuaga anda vivito y coleando, libre como el viento, por aquellas tierras extremeñas. Seguramente con su escopeta al hombro, preparando su próxima cacería; y es probable que con nuevos perros a los que algún día podrá matar de hambre y sed, o de un tiro, o ahorcados, o del siniestro modo que le dé la gana. Sin castigo. Porque sepan que nadie pisa la cárcel por maltratar o matar a sangre fría a un animal. O a 32. Entre otras razones, porque la Ley 7/2023 de Bienestar de los Animal excluye expresamente a los 'perros de caza, las rehalas y auxiliares cinegéticos' de su ámbito de aplicación.
Y sepan también, quieran o no quieran saberlo, que está subiendo como la espuma en las encuestas un mal llamado partido político que, sin dudarlo, expulsaría de España y devolvería a su país de origen a seres humano como Mircea o sus dos hijos –de 14 y 18 años de edad–; y que ríe las gracias a bestias, a cazadores muy españoles como 'El patilla'. En esas estamos por dignos, compungidos y graciosamente hipócritas que nos pongamos ante el televisor.
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