Gobernar, ¿para qué?
Salga el gobierno que salga de un proceso electoral, estará legitimado para hacer efectivo el programa con el que concurrieron las fuerzas políticas que lo compongan
José Luis González
Viernes, 13 de octubre 2023, 23:34
Escribo esta pieza más tarde de lo normal, justo el jueves que precede al sábado en el que ustedes la leen. Se debe, entre otras ... razones, a que este día es fiesta nacional, lo que me permite la exención de ir al trabajo con el que contribuyo a la economía familiar. Por lo tanto, esta mañana festiva me he acomodado en la 'chaise longe' con el portátil sobre mis piernas, mientras el sol de la aurora atraviesa las cristaleras e ilumina la estancia, otorgando al blanco de las paredes una intensidad casi irreal, que contrasta con el azul del cielo que también desde aquí puedo disfrutar. Momento y lugar perfectos para dar rienda suelta a los dedos sobre el teclado, si no fuera porque he conectado la radio para escuchar los dimes y diretes del desfile de las Fuerzas Armadas en el capital del Reino. Craso error que me amarga la mañana.
Porque desde los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero hasta hoy, cada vez que este país ha sido dirigido por un Ejecutivo de izquierdas, este evento ha transmutado de celebración a circo. Pero no a ese circo que es arte y que disfrutamos hoy en Cazorla con motivo del ciclo de 'Calle' del FIT, sino a aquel dominado por bestias y personas odiantes en los que se masacraba a seres humanos cuyo único pecado era pensar distinto, hablar otro idioma o tener una piel más oscura. En el que la grada hoy está poblada de 'patriotas' con pulseritas y envueltos en banderas rojigualdas, pero que no respetan a nadie que no sea de su cuerda ni a la propia Constitución Española y los valores más básicos que esta recoge; quedando la arena para los que gustosamente nos afanamos en defender el verdadero bienestar, la verdadera igualdad de todos los españoles y las españolas, vivan en el barrio que vivan, nazcan donde nazcan y vengan de donde vengan. Sin necesidad de exhibir nuestro patriotismo real con simbología que ya parece no pertenecernos de tan manoseada que está.
Un circo en el que se ultraja del modo más vil la figura del Presidente del Gobierno y en el que ya ni se respeta al Jefe del Estado. Los insultos y las mofas a coro, cuya mezquindad no tiene medida, alcanzan incluso a las víctimas de nuestro terrorismo pretérito y a las de las guerras que ahora nos rodean. Toda la porquería que inunda las redes sociales se vierte a lo largo del Paseo del Prado y en la Plaza de Cibeles, para menor gloria de nuestros ejércitos, que en su conjunto nada deberían tener que ver con semejante dislate. En fin, he elegido un banda sonora nauseabunda para esta preciosa mañana de jueves.
Y en estas, me pongo a pensar en nuestra democracia y en para qué deben servir los distintos gobiernos nacional, autonómico y local. Elegidos todos ellos, nunca lo olvidemos, por medio de unas elecciones democráticas en el que cada ciudadano y ciudadana deposita su voto en la urna de un modo libre y pacífico. Con lo que, salga el gobierno que salga de ese proceso electoral, estará legitimado para hacer efectivo el programa con el que concurrieron las fuerzas políticas que lo compongan.
Es decir, si ese Ejecutivo es de marcado carácter progresista, su acción deberá dirigirse por caminos en los que se ponga la luz larga para la sanidad y la educación pública, la justicia social, la cultura contemporánea y por supuesto la absoluta aconfesionalidad del Estado. Por el contrario, si ese Gobierno es conservador, las tornas se cambian para fomentar la educación y la sanidad concertada o privada, el capitalismo más puro en el que cada cual – como individuo – se busque la vida como mejor pueda, la cultura entendida como tradición y folklore, y la religión católica extendida por doquier. Podría haber opciones políticas intermedias, pero en España no hay.
Lo que a menudo ocurre también es que existen gobiernos camaleónicos que nacen progresistas o conservadores y transmutan en su contrario con su acción. Con el triste propósito de pescar unos cuantos votos en otros caladeros y así prevalecer. Para desesperación de su electorado y regocijo de quienes nunca los votarían aun con ese rostro más próximo a sus ideas, quienes piensan, con mucho acierto: «para qué voy a votar a la copia teniendo a mi disposición al original y genuino». Miren el ejemplo de Andalucía y Susana Díaz: de tanto imitarlo, hoy gobierna precisamente ese, el genuino.
Sin lugar a dudas, quienes se dedican a la política y demuestran poseer un catálogo ideológico tan líquido, deberían dejar tan honorable servicio público y volver a su trabajo. El que lo tenga.
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