'El 47'
«No vinimos aquí porque quisiéramos, vinimos expulsados de 'nostra terra'. Nos quitaron nuestro trabajo y quisieron quitarnos nuestra dignidad, y eso es lo último que se pierde (…)»
José Luis González
Jaén
Viernes, 24 de enero 2025, 23:06
El número que titula esta pieza protagonizó esta semana mi presente de dos formas radicalmente opuestas. Adornado con la luz cegadora que desprenden los valores ... más elevados a los que un ser humano puede aspirar, y también acompañado de las oscuras sombras que se ciernen sobre el futuro de la humanidad. Me explico. A comienzos de esta semana pudimos disfrutar en mi casa de la película 'El 47', dirigida por Marcel Barrena y protagonizada por Eduard Fernández y Clara Segura. Y el mismo día, un señor culminado con la cabeza de una de las maracas de Machín –cubierta de pelusa rubia- tomó posesión de su cargo como 47º Presidente de los EEUU de América.
Comenzaré por las buenas noticias, esa película, enorme y sencilla a la vez, que ha entrado en el garaje de nuestros corazones con una primera parada en el intelecto de la mayoría de los telespectadores y telespectadoras que ya la han visto. Gracias entre otras muchas virtudes a la enorme interpretación de los dos personajes centrales, Manolo Vital y Carme Vila, por Fernández y Segura, respectivamente. Que desgranan de un modo maravilloso la historia de aquel movimiento vecinal barcelonés, que en 1978 dibujó sobre el mapa de Barcelona populosos suburbios como el de Torre Baró, llenos de vida y también de las historias más amargas de la dictadura. Y es que Manolo Vital era un autobusero barcelonés que llegó hasta la Ciudad Condal expulsado de su tierra extremeña por su condición de republicano. Se puso al frente de un grupo de personas, llegadas como él hasta aquel monte a las afueras de Barcelona desde diversos puntos del mísero sur de España, para insuflarle toda la dignidad posible. Y en su hartazgo con las autoridades locales culminó su afán con el secuestro del autobús que conducía a diario, el de la línea 47, para llevarlo hasta donde en justicia debía tener una de sus paradas: hasta su barrio.
Fue una lucha que ejemplifica la de las clases humildes y obreras de la época, que emigraban y se integraban en su nueva tierra sin renunciar a sus raíces. Mostrando y exigiendo dignidad antes que el techo y el pan con los que proteger y alimentar a sus familias. El propio Vital resume todo esto en un pasaje que será, a mi modo de ver, historia del cine español. En un vacío salón de plenos del Ayuntamiento de Barcelona dejó este alegato: «No vinimos aquí porque quisiéramos, vinimos expulsados de nostra terra. Nos quitaron nuestro trabajo y quisieron quitarnos nuestra dignidad, y eso es lo último que se pierde (…) Y seguimos luchando por nuestra dignidad, que no es algo abstracto, es la lucha por el agua, la lucha por la luz, la lucha por correos, la lucha por la sanidad y la educación públicas; eso es la dignidad». No puedo añadir nada más.
Y luego está el otro 47. El del 'maraca', o del 'macarra', que tampoco le va mal. Quien, según dicen, serán el nuevo «líder del mundo libre». Desde el mismo sillón que ocuparon antes presidentes tan dignos de ser recordados como Barack Obama, Jimmy Carter, Robert F. Kennedy, Franklin D. Roosvelt o Abraham Lincoln. Gracias al voto de 75 millones de estadounidenses, muchísimos de los cuales creen a pies juntillas que la tierra es plana y que Adán y Eva fueron el primer hombre y la primera mujer.
Como también creen que los oligarcas tecno-cesaristas y las grandes fortunas que, componiendo el 1% de la población mundial, acumulan el 95% de la riqueza –según los últimos datos aportados por Oxfam–, van a mirar mejor por las clases medias y bajas que la propia Democracia. Como, al parecer, así creen por estos lares los millones de europeos que votan a los nuevos 'iluminados' del terruño. Aupados todos por el miedo, el odio, la mentira y la inopia que brota de las redes sociales. Y también, por qué no decirlo, por la inoperancia y la indigencia ideológica, intelectual y ética de un sector cada vez más significativo de la clase política.
Es por todo esto que 'El 47' de Manolo Vital nos emociona tanto. En este mundo cada vez más alejado de él y más cercano al otro 47, a ese ceporro tras cuya elefantiásica espalda se encuentra el verdadero villano del tebeo en el que se está transformando la historia contemporánea.
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