Mis sueños 'golpistas'
A veces no es fácil conciliar el sueño, impedido por una mente con fiebre de incoherencias y disparates, de 'dijismo' y 'dieguismo' que lleva a confundir el compromiso, el juramento o la promesa con el cambio de opinión
José García Román
Viernes, 18 de octubre 2024, 23:44
¡Ah!, ¿usted no es golpista? Los sueños nos muestran otras caras de nuestra personalidad frecuentemente acompañadas de pesadillas, algunas pasadas de rosca. Pero la ... imaginación se libera harta de soportar días de contradicciones y engaños. En mis sueños 'golpistas' no hay armas, ni toma de congresos, ni nada de «¡Al suelo!», y me dan la oportunidad de desahogarme y comprobar ya despierto que somos mayoría los no violentos, aunque los nervios cabalguen sobre caballos coléricos llevándonos por caminos peligrosos.
A veces no es fácil conciliar el sueño, impedido por una mente con fiebre de incoherencias y disparates, de 'dijismo' y 'dieguismo' que lleva a confundir el compromiso, el juramento o la promesa con el cambio de opinión. La ciudadanía que mira a los ojos no permite que se le grite, ni que se le mienta pues camina erguida, respetándose y respetando a quienes lo merecen y mueren en paz, aunque este final importe un bledo al materialismo enloquecido. ¡Qué dicha!
En la regeneración democrática hay un mandamiento esencial de obligado cumplimiento para todas las ideologías, y es «no mentirás»: punto de encuentro del centro, la derecha y la izquierda y los extremos de ambas. La mentira debería pagarse con la salida de la política. No en cosas sin importancia, pues somos mentirosillos. ¡Ah, que la democracia es una utopía! No lo sabía. Con razón los sueños golpistas no cesan. La democracia comienza en las urnas libres, sin toxicidad, ni influidos por el «¡que viene el coco!». Somos una sociedad leída (¿o no?), no manipulada (¿o sí?) informada (¿o no?), con criterio (¿es un decir?) y alejada de días que parece que vuelven a la sombra de revoluciones, propias del quítate para ponerme yo.
Me pregunto si las urnas otorgan tanto poder, con cheques en blanco. Aceptar la llamada de la política implica entregarse a la pasión de servicio. Los gobiernos son, ante todo, rectos o no rectos; después, los colores políticos. Jamás propiciadores de sueños irracionales en los que emerjan extraños estímulos 'golpistas'. Las urnas, puerta sagrada de la democracia, han de ser transparentes e inviolables. Aristóteles, en sus reflexiones éticas y políticas, propone como principio básico la «búsqueda del bien común»: meta compleja porque lleva consigo «el dominio de uno mismo». La facilidad de palabra puede ser peligrosa, al igual que las sirenas de Odiseo, máxime si es dominada por huera incontinencia verbal, contraria a la democracia. En la tribuna política habría que exigir fluidez de riguroso pensamiento sin mixturas ni contaminación. Es bueno interpelarnos con frecuencia: ¿Qué es la democracia? ¿Una ilusión, una ficción? ¿Y la inteligencia? Parafraseo a Agustín de Hipona: Si nadie me pregunta qué es la democracia, lo sé. Pero si me lo preguntan y quiero explicarlo, no lo sé.
Creo que sería conveniente que no se aplaudieran las intervenciones en las tribunas de la política salvo cuando se tratase de indiscutibles principios éticos que la ciudadanía asume si tiene corazón limpio. Se evitarían pérdidas de tiempo, ruido cansino que no dice nada que tenga que ver con lo que en realidad la inteligencia y el corazón ansían. Una cosa es la cortesía, y otra no dejar que la palabra, vana o no, repose sin aplausos. A título personal haría lo que observé en un auditorio de importante ciudad: entusiasta ademán de aplaudir, pero sin rozar las manos. El peligro es que todos hagan lo mismo y rueden cabezas.
Pienso en los parlamentos internacionales, incluidos los de la ONU o DesONU y la UE o DesUE. ¿Por qué aplaudir insoportables discursos ayunos de convicción, de 'filantropía' que 'pía' en exceso, de maletines con botón nuclear, de tantos intereses 'desinteresados' acunados por ansias desorbitadas de riquezas y fortunas, espanto de la verdadera democracia? Mejor entretenerse con el móvil.
Debe de ser apasionante vivir intensamente el servicio a través de la política, a pesar de las incongruencias a plena luz e incomprensibles silencios que conducen al hartazgo expresado de mil maneras, rompiéndose así puentes imprescindibles para transitar por una geografía humana y humanista demasiado accidentada. El Congreso, el Senado, los parlamentos y el Gobierno pueden mandar, mas con el oído atento a 'toda' la ciudadanía: la que vota y la que no, sin licencias sobrentendidas. Como decía el filósofo McLuhan, «cuanto más pequeños y mezquinos somos, más poderes sobrehumanos anhelamos». Es que cuando «desafinan los coros de las ideologías» la democracia se hace insoportable y descarrila.
No obstante, le confieso a usted que soy congruente y cada vez que se me llama a votar acudo a las urnas, pese a mis sueños 'golpistas', de los que no soy culpable. Se me olvidada decir que también soy autogolpista, incluyendo los golpes que torpemente me doy a diario. Lo digo para tranquilidad de los que creen o sueñan ser demócratas de pro. Se quiera o no, existe una historia imposible de narrar: la de nuestra vida. Y si se narra escribiendo memorias, mucho peor. Concluyo recordando que siempre que se produce un golpe de Estado es porque se ha originado antes un estado de golpe.
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