Reivindicación y quejío
José García Román
Viernes, 24 de enero 2025, 23:14
Envejecen las ideas, y cuando digo ideas me refiero a las de quienes nos sonrojan cada mañana al despertarnos recordándonos que son pilares de nuestra ... civilización sea en pensamiento, arte, investigación. Envejecemos todos, pero no los rebeldes ni los provocadores como Diógenes de Laercio, de palabra y obra, reivindicando sin quejarse, o quejándose reivindicando, sin cortapisas, ni metáforas, en su 'estilita' particular, y tan singular, que se ponía el mundo y a los mundanos por montera.
Como somos humanos, nos quejamos y nos lamentamos y protestamos y exigimos y demandamos y reivindicamos («reclamar algo a lo que se cree tener derecho», «argumentar en favor de algo o alguien». RAE). Reclamamos, unos con educación y otros sacando los pies del plato, o del tiesto, y degradando sus propios derechos cívicos, aunque a veces estén ligados al entorno personal. Todo iría bien si no mezcláramos las reivindicaciones con el partidismo político. Hay dos opciones: callarse y ni siquiera asomarse a los balcones de la calle reivindicativa para no comprometer planes de conquistas personales y no salir en la foto comprometida, o manifestarse desde la digna libertad sin que ello implique traición alguna (la crítica leal nunca lo es) a la opción política, libérrima pero que implica un severo compromiso ético.
¿Estamos viviendo en Granada un despertar en la opinión pública, especialmente en lo que a las comunicaciones se refiere? Cuando a finales de los ochenta algunos comenzamos a reivindicar el AVE, a la vista de la hiperpromoción, el impulso y desarrollo anunciados para Sevilla con motivo de la Expo'92, escuché a alguien decir: «¿Para qué quiere Granada un AVE con lo contaminante que es?». Por cierto, cómo tiembla Avignon con su Palais des Papes al paso de algunos trenes.
El escepticismo nos acompaña a diario. Somos lo que somos. Dicho de otro modo: la vida es un teatro con millones de escenarios de diversos formatos, posibilidades, lujos y miserias, y como decía el sabio griego: «entramos, saludamos y salimos» desnuditos a la definitiva intemperie, quedándose huérfanas ideas 'sublimes', representaciones teatrales; y también álbumes desamparados, recuerdos desvalidos, prepotencias desinfladas («¡no sabe usted con quién está hablando!» –¡vaya que lo sabía!–).
Viene a cuento esto por el asunto del AVE y las reivindicaciones ciudadanas hoy. Uno de los fenómenos más interesantes que se han producido en el nuevo siglo ha sido aunar voluntades para reivindicar lo que demandaba Granada, gobernase quien gobernase. Por ejemplo, el proyecto «dos hospitales completos», ya realidad gracias al legendario doctor Candel, un ciclón que removió algunas conciencias ciudadanas (¿sus defectos?, ¿y los míos?, ¿y los de usted?).
Fue una experiencia extraordinaria aprender de aquellos conocidos y desconocidos que abrieron sus 'puertas' y 'ventanas' para mostrar sentimientos y opiniones sobre la situación de Granada y provincia, o hablar de lo que se terciase durante las manifestaciones, algo así como 'cursos' acelerados e intensivos de civismo y solidaridad. Lloviendo, con calor, a mediodía o de noche, miles de granadinos dieron la cara por los dos hospitales, aunque muchos de ellos tuviesen compañías médicas. Era solidaridad 'metapolítica'. El tren no tuvo tanta fortuna. Casi ninguna. La situación del AVE sigue humillando a Granada: la estación decimonónica y posdecimonónica a la intemperie, la frecuencia de trenes, las velocidades, el recorrido de 'vaivenivá', el soterramiento etc., ante las realidades incuestionables de Sevilla y Málaga, son argumentos incontestables. Los capítulos de los vuelos, la navegación o de la presa de Rules no acaban de escribirse.
Pero conviene subrayar que la manifestación de los hospitales y el tren se convirtió en cosa 'política', no social, por lo que en función de lo que se reivindicara asistían unos y otros no. Los que estuvimos en todas las convocatorias con la sola intención de luchar por Granada, del brazo de una ciudadanía que batallaba y sigue batallando sin deseos de salir en la foto, sólo por el progreso digno de nuestra tierra, damos fe. Sevilla y Málaga no han necesitado ni necesitan gastar suelas de zapatos, ni perder peso por tanto pisar calles para haber conseguido o conseguir mucho de lo que tienen.
¿Para qué recordar lo del 'quejío', el 'lamento' y las dudas sobre si la conciencia política actuaba convencida o por obediencia? Es humano, lo sabemos. Pero mejor es convencernos de que somos ciudadanos débiles con anhelos de avanzar, sabiendo que el poder enamora y de qué manera; que faltan máscaras, que parecemos ventrílocuos. Lo que más siente gran parte de los granadinos es que se haya adelantado tan poco a pesar de estar plagada la vida social de portafolios preñados de títulos, distinciones y certificados de fama con ansias de que Granada aplauda. A veces, de eso se trata.
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