Se propaga el virus del odio
La «internacional ultra» no ceja en su afán de querer el poder democrático para subvertir la democracia, afectando a todos los derechos fundamentales que nos hemos dado desde la segunda guerra mundial y que tanto bienestar, seguridad y progreso ha llevado a nuestra sociedad
José Ferrer Sánchez
Lunes, 11 de agosto 2025, 23:02
Estamos asistiendo en estos días, que abarca ya algunos años, en concreto desde la primera vez que Trump fue presidente de Estados Unidos, a la ... mayor polarización y discurso de odio desde la guerra fría en el mundo al que España no es ajena. La «internacional ultra» no ceja en su afán de querer el poder democrático para subvertir la democracia, afectando a todos los derechos fundamentales que nos hemos dado desde la segunda guerra mundial y que tanto bienestar, seguridad y progreso ha llevado a nuestra sociedad; el totalitarismo y autoritarismo de la que éstos grupos ultraderechistas hacen gala, no sólo mata el diálogo, sino que aumenta y anima la práctica de la violencia y el insulto, se abandona la reflexión, la mesura y la ponderación y se cae en la desinformación, el bulo y la violencia.
No puedo por falta de espacio acometer en este artículo todas las manifestaciones de odio que se están dando en nuestro país. Hace algunos días hablé de Torre Pacheco. Hoy día seguimos en Murcia, parece que Vox ha tomado a esa región como 'laboratorio' de despropósitos ultras y de odio. Ahora sigue con Jumilla dónde el único concejal de ese partido en el Ayuntamiento propuso la prohibición musulmana de la Fiesta del Cordero «y otras tradiciones similares ajenas a nuestras tradiciones, por tratarse de prácticas incompatibles con la identidad y usos y costumbres de la nación española» (sic). El partido en el gobierno en esa localidad, el PP, necesita ese voto para seguir gobernando y no dudó en hacer suyas esas premisas «blanqueando» la propuesta para impedir en «espacios públicos» manifestaciones religiosas, atentando, sin ambages, contra la libertad religiosa. ¿También se atreverán a prohibir las procesiones católicas y de Semana Santa en los espacios públicos como expresiones religiosas?, ¿se imaginan en Granada, Sevilla, Málaga o Córdoba que prohibieran manifestaciones religiosas en «espacios públicos», como son las procesiones y otras en Semana Santa?, por lo que a todas luces lo que han hecho en Jumilla es confeccionar subrepticiamente disposiciones legales, en este caso un reglamento municipal, en contra de una confesión religiosa, la musulmanas, que tiene la condición legal de notorio arraigo y que tiene acuerdo con el Estado desde 1992. Dije antes que era un atentado a la libertad religiosa porque ésta es un Derecho Fundamental en nuestro ordenamiento jurídico y los poderes públicos tienen la obligación de garantizar y hacer cumplir los derechos fundamentales reconocidos en nuestra Constitución –art. 9.2–, tomando incluso «medidas activas» para proteger esos derechos y asegurar que sean respetados por todos los ciudadanos y entidades y es más «removiendo los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitando la participación de todos en la vida política, económica, cultural y social». En Jumilla se ha hecho todo lo contrario, donde viven un 7% de la población que es musulmana, que llevan muchos más de 25 años y con dos generaciones nacidas en nuestro país, son españoles y musulmanes.
A estos grupos ultras, y no tan ultras, se les llena la boca de libertad, de pasear, de salir, de no cumplir confinamiento en pandemias, de tomar cañas, porque supuestamente atenta contra su libertad…, pero no aguantan otras libertades. La libertad religiosa ni la libertad de culto de, en este caso, los musulmanes. Tienen un concepto patrimonialista de la libertad y si abren las puertas y los brazos a esos musulmanes ricos que vienen a Marbella en sus yates o vienen por Barajas, por lo que no sólo no les gusta los que profesan otra religión, sino también aquellos que son pobres y humildes. Esa es la sociedad que quieren ese grupo ultras, ajenos a la realidad que es la sociedad actual en España con 2,5 millones de musulmanes, con más de dos millones de ciudadanos miembros de otras confesiones minoritarias y con más conciudadanos de otras sensibilidades culturales, étnicas y lingüísticas, que no hará más que aumentar en el futuro porque tenemos mejor clima, servicios y calidad de vida y porque los necesitamos, si necesitamos a migrantes que vengan, que trabajen, también en trabajos y ocupaciones que los «españoles» no hacen, y que según la OIT, la OCDE y otros organismos supranacionales han marcado en 5 millones hasta 2050 para cubrir la demanda de trabajadores y sostener nuestro sistema de seguridad social, y por lo tanto las prestaciones, educación y pensiones.
Desgraciadamente he visto en nuestra ciudad, en Granada, grafitis en los muros de nuestros barrios en contra del migrante, en concreto del marroquí y del venezolano (sic); tampoco les gusta a esos ultras los venezolanos, sólo aquellos que viven en el barrio rico de Salamanca de Madrid. También vimos como «valientes» conciudadanos en la playa de Castell daban «caza» a inmigrantes, algunos menores y extenuado, bajo la recriminación de otros compasivos bañistas… espero que esos «valientes» actúen igual cuando lleguen a nuestras playas lanchas con narcotraficantes, quiero verlo. El odio es contra el diferente, y si es pobre más odio y tratan de asociar el movimiento migratorio con la violencia, los datos nos dicen que los migrantes no delinquen más que los nacionales. Hace poco el director general de la Policía Nacional, Francisco Pardo Piqueras, a pregunta de Vox en el Congreso, manifestó alto y claro «que no es de patriotas asociar la delincuencia a la migración, porque es mentira» y que «España es el país más seguro de Europa». Hoy Vox responde, tras el «éxito» de Jumilla, con llevar proposiciones similares a nivel nacional, veremos qué hace un partido de gobierno como el PP, si acepta cualquier cosa para poder tocar poder. Critican a Sánchez por aferrarse al poder y ellos pactan acuerdos de dudosa legalidad por unos presupuestos en un pueblo. También celebro la comunicación de la Conferencia Episcopal contra ese dislate de Jumilla, como no podía ser de otra manera.
En España tenemos la oportunidad de no ser Francia, Bélgica o Reino Unido, dónde, por una política laicista estigmatizan y marginan a las minorías, también religiosas, radicalizando a la población y polarizándola, dónde literalmente hay barrios y núcleos poblacionales solamente de minorías. No podemos caer en ese error en nuestro país, y disposiciones «legales» como las que quiere imponer Vox van a ese camino sólo con el único propósito de una estrategia electoral demagógica que sólo favorece el odio, la animadversión y finalmente la violencia. Creo firmemente que el respeto a la dignidad de las personas, incluido y no sólo, las convicciones religiosas, genera importantes beneficios y dividendos para la paz social y el progreso.
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