Sumisión ideológica
Toda ideología es un sucedáneo laico de la religión y como tal tiene su catecismo.
Jose Ángel Marín
Jaén
Lunes, 12 de mayo 2025, 23:08
De las ideologías, como de la droga, también se sale. Cuesta lo suyo, claro. Hay que proponérselo seriamente y huir de los acérrimos. Sin tomar ... distancia del 'núcleo duro' nadie escapa a la sumisión ideológica. De entrada, las ideologías articulan un conjunto de creencias o ideas que, siendo compatibles entre sí, afectan a la conducta grupal y llegan a condicionar a los individuos que las comparten. Las ideologías son metáforas del acontecer colectivo en tanto que su verdadera intención es regular cuanto tiene que ver con la sociedad. Así, las ideologías buscan dar sentido a la agitación social e inciden en el desarrollo de las relaciones humanas.
Hasta aquí todo chachi. Pero las ideologías tienen un lado oscuro, y no es pequeño. Su punto utópico viene de perlas al tirano necesitado del servilismo ideológico para perpetuarse en el poder. Lo inquietante surge cuando el ideario se envuelve en indiscutible celofán oficial con el que meter en cintura a propios y extraños, saltando por encima de la libertad personal y la autodeterminación.
Toda ideología es un sucedáneo laico de la religión y como tal tiene su catecismo, uno que ya te guardarías muy mucho de poner en duda. Y para prosperar, las ideologías necesitan de crédulos y forofos que tragan doctrina a pies juntillas. Aunque también son bienvenidos los comodones que se apuntan al carro para ahorrase pensar por sí mismos. Estos reclutas ideologizados suelen ser tipos gregarios, algunos de buena fe, que arrastran tara de la que –quizá- no son conscientes, y por eso comulgan con un ideario ajeno que hacen suyo por tradición familiar, por pulsión alimenticia o por rebote chaquetero de otra ideología.
Los atrapados por una ideología ven desecada su voluntad personal y en su lugar desarrollan pasiones robóticas inoculadas por la propia ideología. Una doctrina del arrebato que pivota sobre postulados de antagonismo a ultranza y odio al adversario. Es decir, la directriz es tan esquemática que hasta el más zote es capaz de hacerla suya: 'los míos son buenos y los otros son malos'.
Al igual que los narcóticos, las ideologías provocan –al principio- una sensación de bienestar. De inicio son 'mano de santo' para quienes pasan por el aro. Pero luego exigen fe ciega. De ahí que el pragmatismo y la eficiencia estorben tanto a las ideologías, que siempre tendrán un relato alternativo adaptado a su ideario de ineficacia. (Véase el empecinamiento de algunos contra las nucleares, pese al apagón histórico del otro día, que desprecia el ejemplo de fuentes de energía combinadas propio de los países de nuestro entorno, a los que de momento no se les funden los fusibles con filias y fobias, es decir, con una verdad oficial impuesta.
La engañifa ideológica poco o nada tiene que ver con la realidad, es solo un constructo con vocación de régimen político que hace abstracción de la condición humana y sus circunstancias, y cuyo antídoto se encuentra en la lucha diaria por ser libre.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión