Borrón
En un Estado de derecho –como ese que venía siendo España hasta hace poco–, tales enjuagues no tienen cabida.
José Ángel Marín
Lunes, 30 de junio 2025, 22:19
Y en medio del naufragio, ¡oh milagro!, una tabla de salvación: la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) que pide perdón a los golpistas del 'procès'; ... que eso es amnistiar, borrar delitos y bajarse los pantalones. Esta inefable decisión del TC es pintoresca donde las haya, y, pese a los calores, estoy obligado a comentarla de forma somera. Confieso que quienes acostumbramos a tratar con sentencias a diario, nos hemos solazado una barbaridad al leer esta tornasolada resolución, que para el jurista medio parece redactada en dialecto panocho, (admirable jerga en desuso de la huerta murciana cuyos vocablos se perpetúan en el habla cotidiana de los huertanos).
Tenemos el verano encima, ¡y de qué manera!, y en lugar de cantar a las florituras del estío, sus aromas cítricos, al aire yodado que nos espera en una playa y al olor a hoja de higuera, tenemos que hablar del tufo que expele esta sentencia. Su rocambolesca decisión y sus términos argumentales son igual de esperpénticos. Todo orientado a validar a maza martillo, y con prisas insólitas, el bodrio de la amnistía.
En un Estado de derecho –como ese que venía siendo España hasta hace poco–, tales enjuagues no tienen cabida. No cabe el amaño por tres sencillas razones: Primero, porque rompe el derecho de igualdad ante la ley, regalando impunidad a delincuentes 'indepes' a cambio de siete votos que permiten al doctorcito seguir hollando el colchón de Moncloa, y eso convierte esta ley de amnistía en arbitraria, discriminatoria y servil de intereses partidistas. Segundo, porque acaba con el principio de seguridad jurídica al que se atienen los ciudadanos. Y, tercero, porque la amnistía es contraria al ordenamiento de la Unión Europea, pues son los votos de sus beneficiarios los que la aprueban. (Suerte que ahí estuvo el hoy preso, Cerdán, como amanuense de la amnistía, en su letra y en su espíritu, mimando a Puigdemont; y, claro, con semejantes prohombres así de potable ha salido la ley. Qué otra cosa se podía esperar de su texto).
Lamento indicarlo, pero estamos siendo abusados en términos constitucionales. Esta 'autoamnistía' es un atropello jurídico de tal calibre que bien podría desfilar subida a un camión de cien ejes, de esos en los que el amado líder norcoreano exhibe sus monstruosos misiles balísticos intercontinentales.
Lo curioso de este asunto es que ya está amortizado para el españolito medio, que si hoy anda planteándose filias y fobias electorales no es por el estupro normativo de la amnistía, sino por los escándalos de mordidas que hacen mella en el sanchismo. Lo que está haciendo reaccionar al personal no es el pisoteo constitucional por parte de quienes tienen la obligación de protegerla, no es por estos saldos del Estado de derecho y el apagón jurídico del TC, sino por el putiferio de unos políticos que parecen sacados del reparto de una peli de Torrente. Así que ojo al parche: más por el puterío institucional que por la corrupción.
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