Bestiario
Discurso tras discurso, muchas palabras y casi todas vacías. Brindis al sol que no embridan ni resuelven los problemas.
José Ángel Marín
Lunes, 29 de septiembre 2025, 21:39
El mundo es paradójico. Empezando por el ser humano que sueña con el infinito, aunque él es finito. 'Sapiens' anhela ideales, libertades varias, pero está ... sujeto a necesidades y pasiones, algunas de ellas muy tristes; y con ellas no me refiero solo a las utopías colectivistas, sino a las emociones que merman nuestro potencial, que nos limitan y son rémora, como el resentimiento, el miedo, la ansiedad o la ira. Pasiones tristes de las que algunos se aprovechan y dan pábulo a atajos autoritarios. Por eso a lo largo de la historia siempre hubo líderes perturbados guiando los destinos de grupos humanos, imperios o, más recientemente, de las naciones. Dirigentes que patrimonializan el poder y sus instituciones, considerándose una casta de intocables.
Llama la atención que hoy este fenómeno siga arraigado y se cronifique en nuestra realidad del siglo XXI. Sí, en el mundo siempre hubo psicópatas al frente del cotarro, pero nunca tantos reunidos al mismo tiempo, nunca en la concentración actual. Lo digo repasando estos días la última reunión de la Asamblea General de la ONU. Vi desfilar por esa tribuna neoyorkina, verdosa y marmórea, a todo un bestiario de políticos garrafales. Salvo excepciones, el panorama en esa encopetada sala me pareció tremebundo, propio de un escenario que ha dejado de atender a sus objetivos fundacionales para convertirse en un plató fastuoso para líderes y burócratas internacionales.
Aquel modelo prometedor, volcado en exigencias de paz y seguridad globales, ha sido reemplazado por una maquinaria paquidérmica, trabada por agendas que buscan imponer en el planeta un modo de vivir concreto. De agencia pacificadora, la ONU ha transitado –y de ahí su 'éxito' actual- a una superestructura burocratizada que pretende decidir sobre qué debe hacer cada país, y que además aspira a moldear la conducta personal de cada individuo en las distintas latitudes del orbe. Esa hipertrofia hace inoperante a la ONU. Y si no repasen la lista de conflictos a nivel planetario, algunos de los cuales ponen ya en solfa la estabilidad mundial. Y, ¿alguien en la ONU ha rendido cuentas por haber fallado en su tarea?
Discurso tras discurso, muchas palabras y casi todas vacías. Brindis al sol que no embridan ni resuelven los problemas. Así que, sin resultados palpables que llevarse a la boca, la ONU se ha convertido en una pasarela hueca –diría- de lo peorcito de cada casa. Aparte de verborrea, ¿qué es lo que esos divos mundiales han ofrecido al mundo?
La contradicción entre los nulos resultados y la grandilocuencia de los sermones deja en evidencia a la ONU, erosiona su prestigio de antaño hasta precipitar su credibilidad fundacional. Y en ello mucho tienen que ver estos gigantes con pies de barro erigidos hoy en líderes internacionales, gente sin capacitación, que han comprado la carrera o plagiado su tesis, cuya indigencia formativa y atroz egoísmo impide cualquier voz disonante y, por tanto, la alternativa.
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