Cervantes, poetón ya viejo
José Abad
Miércoles, 19 de abril 2023, 22:56
Por razones que no vienen al caso referir, he pasado por un retiro forzoso que me ha permitido dar cuenta de varias lecturas pendientes… que ... no dejan de crecer: el hueco dejado libre en las torres que se amontonan en mi escritorio no ha tardado en ser ocupado por otros volúmenes, que reclaman ahora mi atención. Una de estas lecturas pendientes eran las 'Poesías' de Miguel de Cervantes, en la edición preparada por Adrián J. Sáez para la editorial Cátedra, que aguardaba pacientemente su oportunidad… ¡desde 2016! Lo fui dejando, lo fui dejando, lo fui dejando. Pero es que los días del lector tienen sólo veinticuatro horas, y las semanas sólo siete días, y no se lee cuando se quiere, sino cuando se puede, y la vida ofrece otras actividades igualmente gozosas además de leer, como ir al cine, tomarse un café con un buen amigo o dar un paseo bajo el cielo de la primavera. En fin, que no había leído la poesía cervantina y quien ha escrito el Quijote, creo yo, merecía un voto de confianza. Cervantes escribió mucha poesía de circunstancias: poemas encomiásticos, alegóricos, religiosos, muchos de ellos rimados con el único objetivo de medrar algún favor entre las altas esferas; la poesía servía entonces de aval para estos menesteres. Su interés es limitado, pero sorprende cómo se cuelan los vientos de la época entre los intersticios; en un poema preliminar para un tratado político de Gabriel Pérez del Barrio Angulo entrevemos el acendrado antimaquiavelismo del siglo XVII: «Vuestro libro nos informa/ que sólo vos habéis dado/ a la materia de estado/ hermosa y cristiana forma», elogia Cervantes. (Maquiavelo había propuesto, entre otras cosas, justo lo contrario: una separación neta entre el Estado y el Dogma). Todo cambia cuando llegamos a 'Viaje del Parnaso' (1614), «una obra de escritor, sobre escritores y para escritores», según Adrián J. Sáez, en la que Cervantes da un buen repaso a poetas grandes y chicos, titulados y alfeñicados, sietemesinos y paniaguados, chachos y discretos, honrados, tiernos, melifluos, godescos, «y los de a cantimplora acostumbrados», escribe él, que se presenta a sí mismo como «poetón ya viejo» en medio de esta turbamulta. 'Viaje del Parnaso' ofrece momentos francamente divertidos, como la batalla campal entre poetas y poetastros, con unos y otros usando libros y versos a modo de armas arrojadizas: «nuestra centinela/ gritó: «¡Todos abajen la cabeza,/ que dispara el contrario otra novela!»». Es la misma lección del Quijote: la literatura ha de ser fuente de felicidad.
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