Necesitamos un plan nacional de suicidio YA
Es la primera causa de muerte externa, muy por encima de los accidentes de tráfico
Joan Carles March
Viernes, 3 de marzo 2023, 22:45
El suicidio no es culpa de nadie, pero sí responsabilidad de todos, y todos nosotros podemos ayudar a una persona con tendencias suicidas, hablando con ... ella, acompañándola y escuchándola.
Sabemos que once personas se quitaron la vida cada día en España en 2021. La cifra de suicidios superó por primera vez los 4.000 en un solo año. El suicidio es la primera causa de muerte externa, muy por encima de los accidentes de tráfico (1.599) o de los homicidios (283). Por cada persona que fallece a manos de otra, 14 se quitan la vida. Existe además una gran diferencia entre hombres y mujeres: el 74,49% de los suicidios son masculinos, 2.982 en 2021. Ellas, 1.021. Desde 2018, las muertes por suicidio entre 10 y 34 años pasaron de 441 a 523, un alza del 18,69%. Según un reciente estudio de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, las ideas suicidas con alta frecuencia han pasado entre 2019 y 2021 del 5,8% al 8,9%. Otros estudios dicen que hay cuatro tentativas de suicidio diarias en menores de 18 años y que en el periodo que va de 2018 a 2022 se han triplicado en las chicas (de 400 a 1.200) y se han duplicado en los chicos (de 100 a 225). Y ante todos estos datos, es necesario romper tabúes y acabar con el estigma del suicidio, actuando decididamente. Hablar del suicidio, repito, puede salvar vidas.
Y España no cuenta con un plan de prevención del suicidio, como sí sucede con otras problemáticas como la drogadicción o los accidentes de tráfico. Se ha aprobado una estrategia de salud mental y un plan de acción que tiene vigencia desde 2022 hasta 2026 e incluye, entre otras cosas, 100 millones de euros de presupuesto y un teléfono de atención al suicidio activo 24 horas al día: el 024, pero poco más.
Necesitamos un protocolo de prevención de suicidio que debe realizar el Ministerio de Sanidad consensuado con las CCAA. La línea 024 es importante, aunque no parece suficiente si las personas que son atendidas en ese teléfono no pueden acceder después a profesionales de atención primaria, de salud mental o a servicios sanitarios de urgencias, porque están colapsados o descoordinados. Es necesario poner el foco en la sensibilización, en la prevención y en la atención primaria, entre otras actuaciones. Y en ello, no solo mirar las cifras sino conocer que entre los/as jóvenes, no todos han sufrido bullying, pero sí se han sentido solos/as o aislados/as o no han sido reconocidos por el grupo al que deseaban pertenecer. De todas formas, sabemos que el bullying está arraigado en nuestra sociedad, se ha sofisticado y amplificado con la tecnología y se ha convertido en un aspecto más que ratifica la exclusión del grupo. Y todos, sin excepción, sienten un gran dolor emocional y no lo saben gestionar, por lo que si uno está mal, es más fácil que trate mal a los demás. Aumentan así las conductas egoístas y agresoras. Hay gente, adultos y niños, que al ver una persona con baja autoestima se siente con permiso para reírse de ella.
Y todo ello porque sabemos que las estrategias pueden quedar en papel mojado si no se dotan de recursos humanos, técnicos y financieros. Para cambiar el modelo de atención de la salud mental, son necesarias medidas a aplicar durante años. Resolver problemas de esta magnitud necesita que las políticas sean sostenidas en el tiempo, definir necesidades y marcar las líneas estratégicas de acción, no iniciativas aisladas. Y la realidad es que solo ocho comunidades autónomas tienen planes específicos contra el suicidio, siendo la mayoría las que no cumplen con las demandas de tener estrategias que vayan más allá de las generales de salud mental. De este modo, las CCAA que ya cuentan con un documento específico desarrollado son Aragón, Galicia, La Rioja, País Vasco, las Islas Baleares y la Comunidad Valenciana, junto a Extremadura.
Sabemos que el suicidio no da votos. Pero un plan de prevención del suicidio necesita de intervenciones de ministerios como Educación, Justicia, Igualdad, Trabajo, Bienestar Social, Hacienda, Interior, etc. Y todo ello nos hace preguntarnos: ¿Acaso la salud mental es la única responsable de atajar la prevención del suicidio?, ¿Es suficiente con las actividades puestas en marcha?, ¿es el suicidio un problema exclusivamente de salud mental?, ¿acaso son suficientes 100 millones de euros en tres años para afrontar los retos en materia de salud mental y prevención del suicidio para todo el país? ¿acaso la línea 024 puede atajar este problema sin más?, ¿tan poco preocupa esto?, ¿acaso el suicidio no es un problema de índole social?, ¿y de salud pública?, ¿no es responsabilidad de todos?, ¿tienen los mismos recursos las diferentes comunidades?, ¿no genera desigualdad territorial delegar este tema solo en ellas?, ¿es lo mismo vivir en el sur, el norte o en territorio insular a la hora de tener recursos para prevenir el suicidio?, ¿es justo y por tanto ético permitir estas desigualdades?, ¿tienen los ciudadanos la misma protección y recursos disponibles ante el suicidio?
Muchas preguntas y pocas respuestas. Y una reflexión de Joana Bonet en La Vanguardia decía: A los 12 años, la adversidad se combate con fantasías. Si le sumas pobreza, desarraigo, una transición de identidad sexual y acoso, la imaginación se funde en negro. Ignoro cuánto duró la agonía en el caso de Sallent, el malestar radical, el silencio invulnerable, violento, hasta que se arrojaron por el balcón. Dimitir de la vida a una edad en que todavía se halla la felicidad en un helado nos estremece. Y cabe interrogarse sobre el agujero de la red social que no pudo parar su impulso.
El motivo de la falta de un plan nacional seguramente es porque la muerte no da votos. El suicidio menos aún. No hay presión social. En las calles no se vive esto como un problema. El plan lo reclaman vehementemente asociaciones, profesionales, las familias afectadas y los que han conocido de cerca el drama de esta causa de fallecimiento. El resto de la ciudadanía no parece importarle demasiado esto. Un plan requiere inversión, económica, financiera, recursos humanos y estructuras. Además sostenida en el tiempo, continua, a largo plazo. Los resultados del plan serían tangibles en años y la visión cortoplacista de los políticos no casa con ello.
Sabemos que la detección precoz de las ideas suicidas y la adherencia a la terapia post-tentativa, como se observa en los pacientes del Programa de Prevención de la Conducta Suicida, disminuye las recidivas y que los pacientes que entran en el programa consultaron más frecuentemente por ideas suicidas que el de comparación (36% vs 25%), presentaron menos ingresos hospitalarios (6% vs 36%), repitieron menos tentativas suicidas al año de seguimiento (11% vs 32%) y el tiempo hasta la repetición fue mayor. Buenos resultados que nos pone encima de la mesa la necesidad de un plan nacional de suicidio YA.
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