Miren que he esperado hasta la mitad de la tarde del domingo para escribir esta columna. He visto un ratejo del Tour —ánimo a nuestro ... Carlos Rodríguez, que le queda aún una semana para arañar una etapa— y he seguido la victoria de Alcaraz. Me he quedado de una pieza al saber que ha muerto Shannen Doherty, la Brenda de 'Sensación de vivir', por un cáncer de mama. Éramos de la misma edad y eso te deja particularmente tocado.
Pero nada de todo ello, ni la previa de la finalísima de la Eurocopa, me hace olvidar lo del atentado a Trump. El sábado estuvimos juergueando y vi la noticia al llegar a casa, tarde, entre las brumas y el espesor mental provocados por la mezcla de cerveza y sangría. ¡Qué barbaridad!
Superada la resaca, me pasé el domingo viendo los vídeos y leyendo toda la información que nos llegaba desde Estados Unidos. No se me van de la cabeza las imágenes de Trump echándose la mano a un lado de la cara, como si le hubiera picado una abeja, y apretando los dientes después, levantando el puño con gesto de rabia mientras le sacaban del estrado.
Hace un par de semanas flipaba con la película 'Acción ejecutiva', con guion de Dalton Trumbo, sobre lo que pudo haber detrás del asesinato de John F. Kennedy. Incluía imágenes documentales que le daban un amenazador realismo. En el caso del atentado a Trump, estaremos atentos a lo que dictamina la investigación sobre el tirador, si lo hizo solo o en compañía de otros. Y el porqué. Siempre los porqués. Es todo tan confuso y extraño…
Me alegro de que Trump haya salido con bien del atentado. Vivimos tiempos extraños y locos, muy locos, en los que cualquier cosa puede pasar en cualquier momento. Y eso provoca una mezcla de vértigo y pánico muy complicada de digerir.
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