Qué simple, Angelito

Ángel, Angelito, es un equidistante del turismo. Un ni machista ni feminista del patrimonio. Un ni racista ni antirracista del sentido común. Ángel, Angelito, es un malagueño que pasaba por allí, y ya puestos… Lo de Ángel, Angelito, lo contaba ayer Javier Barrera: un autodenominado guía turístico que ni es guía ni es 'ná'. Un buscavidas del turismo que pilla primos por Plaza Nueva para pastorearlos por el Albaicín y contarles cuatro milongas a cambio de la voluntad. La versión 'culta' de las leedoras de la palma de la mano y las vendedoras de romero.

Ángel, Angelito, «es un científico que se ha metido en esto del turismo para sobrevivir» y que lleva a las víctimas propiciatorias de su jeta y descaro a que contemplen esas frases del Albaicín que tanto dice que les gustan. ¡Toma del frasco! «A mí, ni me va ni me viene, lo mío es trabajar», dice con solemnidad. ¿Pero trabajar de qué, Ángel, Angelito? A cualquier cosa le llaman trabajar…

No todo va a ser negativo, sin embargo. Después de darle un rotulador a dos de sus clientas frente a una pared repleta de pintadas con poesías rijosas –¿qué uso pensaría que le iban a dar?– y ver el pollo que se montó con un vecino iracundo y la llegada de la Policía; Ángel, Angelito, ha visto la luz. «Ahora sé que hay que evitar pintar». ¡Albricias! El doctorando, que además de una carrera universitaria tiene un máster, se ha caído del caballo, cual Saulo camino de Damasco. ¿Será esto a lo que llaman método científico?

Hacer como que se es guía turístico en Granada y no haberse enterado de los problemas con las pintadas en el Albaicín me resulta inconcebible y estupefaciente. ¿En qué mundo vivirá Ángel, Angelito? ¿De qué guindo se habrá caído? Desde luego, IDEAL no lo lee, que anda que no le damos caña al tema. Ángel, Angelito, será de los que prefiere informarse por otros medios. Por medios alternativos. Y a la vista está el resultado. Qué vergüenza y qué bochorno.