Restos de otra civilización
Gustar. Qué concepto tan complejo y equívoco. ¿Me ha gustado la exposición del Centro José Guerrero? Me ha hecho pensar y recomendarla. Me ha hecho ... hacerle fotos. Me ha hecho escribir estas líneas y, lo más importante, me ha hecho ver las vallas publicitarias con otros ojos. ¿Pero gustarme? ¿Qué quiere decir, 'gustar'? ¿Colgaría una de las grandes fotografías de Eduardo Nave en el salón de mi casa? ¿A eso se reduce el concepto de 'gustar'?
Ya les adelanto que sí. Que las colgaría. Así que puedo decir que la exposición 'Espacio disponible' me ha gustado en todos los sentidos de la expresión. Sin embargo, lo más importante no es la cuestión estética, sino algo de lo que les decía en el primer párrafo: que me ha cambiado la forma de mirar unos objetos tan cotidianos y aparentemente banales como esos inmensos cartelones que son parte de nuestro paisaje cotidiano.
¿Se acuerdan ustedes de aquella estupenda película, 'Tres anuncios en las afueras'? Cuando el personaje interpretado por la grandiosa Frances McDormand acusaba al jefe de Policía del pueblo de no hacer lo suficiente por esclarecer la violación y asesinato de su hija a través de tres grandes vallas publicitarias, todos los ojos se dirigieron a ello(s). El impacto fue brutal. De repente, todo el mundo lo(s) veía y hablaba de ello(s). De la abulia investigadora y de los anuncios que la hacían visible y perceptible. Al dejar de anunciar lo de siempre y acusar a una persona concreta por su falta de actitud y diligencia, las vallas no sólo volvían a la vida ellas mismas sino que, a la vez, resucitaban la memoria de la víctima. Y movían las cosas por la vía de remover las conciencias.
¿Hace cuánto que no se fija usted en una de esas grandes vallas? Y, sin embargo, estamos rodeados por ellas. ¿Se han convertido en invisibles y ya sólo le prestamos atención a las pantallas? Empresas y comercios se siguen anunciando en ese formato… ¿Pero reparamos en su contenido? Quizá, conscientemente no. ¿Y de forma subliminal?
Y luego están las que son una ruina, esos gigantescos armatostes abandonados cuyos armazones parecen restos de una civilización postapocalíptica y perdida para siempre. A esos son a los que el fotógrafo Eduardo Nave presta una particular atención. Dense una vuelta por el Guerrero, miren sus fotos y comentamos.
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