Me pido uno
No para mí, ojo. Para mi calle. O, más concretamente, para la parte de mi calle en que vivo. A uno de esos nuevos y ... flamantes coordinadores uniformados que van a vigilar para mejorar la convivencia entre bares y vecinos en el entorno de la calle Ganivet, me refiero. Lo digo completamente en serio, ojo. Que habrá quien piense que estoy siendo irónico o sarcástico. Pero no. Me gustó lo que dijo Gregorio García, el presidente de los hosteleros granadinos, hablando de unas medidas que son «un paso hacia adelante que representa la voluntad de trabajar por la excelencia de Granada no solo como destino turístico, sino como lugar de residencia».
«¡Se lo compro, se lo compro!». Lo digo así, en ese lenguaje capitalista que trata de monetizar cualquier idea o propuesta. Metafóricamente hablando, claro. Pero es que no me siento bien si no escribo algo en la columna que sirva para que algunos furibundos comentaristas me tachen de comunista, bolivariano-socialista y cubano-simpatizante.
Vuelvo al meollo de la cuestión. Que el sector de la hostelería en Granada es muy fuerte y que deja muchos réditos a la ciudad es incuestionable. Que genera problemas de convivencia con la vecindad, también. Con las vecindades, en realidad. Porque el entorno de Ganivet está saturado, efectivamente, pero en cada barrio llevamos lo nuestro.
En nuestro caso, hay un establecimiento que se hizo con un solar que convirtió en terraza y que funciona todo el año. Como es de precios moderados, se ha convertido en el epicentro de mil y una celebraciones. De cumpleaños, por ejemplo. Y es habitual que, a las doce de la noche, comiencen los gritos, festejos y cánticos populares.
Después, a la hora de dejar el local, bien achispada la parroquia, les llega el turno a esas horribles e interminables despedidas a la española, que ni son despedidas ni son ná. El equivalente a la fórmula «pedir la penúltima» o «habrá que empezar a pensar en irse yendo». ¡Un coñazo, vamos!
Y no. El personal del local no hace nada por disuadir a la peña de darle a la sinhueso a todo volumen, pasada la una de la madrugada. De hecho, ellos mismos se recrean un rato después en su propia despedida, como si no hubiera un nuevo mañana laboral. Por todo ello, espero que al Zaidín también lleguen los coordinadores uniformados, que hay vida nocturna más allá del centro.
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