Me cae mejor desde que no es consejero de Salud y, sobre todo, desde que no estamos aterrorizados por una pandemia. Les confieso que le ... cogí tirria a Jesús Aguirre cuando lo de la listeria, demasiado interesado en salvarle la cara a la empresa que la provocó. Después, sin embargo, como presidente del Parlamento andaluz en esta legislatura tan plácida de mayoría absoluta y con Espadas desaparecido en combate, es todo afabilidad y campechanía, sencillez y cercanía.
Y en esa clave es como entiendo sus más recientes y muy polémicas declaraciones sobre el incremento de las dietas a los diputados andaluces. Que les cuesta llegar a final de mes, ha dicho mi tocayo. ¡Angelicos! Lo primero que pensé era que, obviando las recomendaciones de las autoridades sanitarias, se había echado a las calles de Sevilla a las cuatro de la tarde. Y sin tirar por la sombra. Porque un dislate de ese calibre sólo podía achacársele a un golpe de calor.
Pero después leí el cuerpo de la noticia. Ya saben, lo de no quedarse en el titular mesándose los cabellos, escupiendo fuego por la boca y tuiteando como un descosido. Y ahí había chicha. Tema. Mandanga de la buena. Señala Aguirre que las dietas por alojamiento y manutención de sus señorías están congeladas desde 2017 y que los precios de los hoteles y los apartamentos en Sevilla están tan por las nubes que ni siquiera las señoras y señores diputados con sueldos de más de 3.000 pavos al mes llegan con holgura al final del ídem. ¡Tócate los pies!
Y las tapas y raciones, que con tanta gastrotaberna moderna, fashion y de última generación ya no hay quien pille un quinto y un serranito a precio razonable. ¿Dónde quedaron los menús rematados con carajillo, Farias y palillo entre los dientes?
Si esto lo dice un rojillo, le arman la de San Quintín. Que si turismofóbico, woke, modernillo, antidesarrollista, muermo y quejica; le habrían espetado. Ha tenido que ser uno de los pesos pesados del PP, nada menos que la segunda autoridad institucional de Andalucía, quien venga a denunciar el despiporre de los precios de los hoteles, el sindiós de los apartamentos turísticos y la joía gentrificación. ¡Gracias, presidente!
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