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No sé si escribir ya o todavía. Cinco años han pasado. Cinco años de que, a estas alturas de febrero, capitalizara buena parte de nuestras ... conversaciones. Cinco años desde que todo empezara y nuestra vida terminara. Al menos, tal y como la conocíamos. Tranqui, que no tengo intención de hablar de ella. De la inombrable y ubicua. De la interminable. Sí, sí. Hablo de la pandemia. No me apetece hacer juegos de palabras ni ironizar con un tema tan peliagudo. No esperen un giro al final de esta columna y que, en vez de al coronavirus, me estuviera refiriendo a una Copa de Europa, una Palma de Oro, etc. Lo de 2020 fue tan terrorífico…
El caso es que ayer venía un suplemento especial en los periódicos de Vocento sobre el tema. Y les confieso que no me sentí capaz ni con fuerzas de sacar el cuadernillo central de IDEAL siquiera para ojearlo. Lo dejé aparte y, mucho me temo, terminará en el contenedor azul de reciclaje, sin leer. Me pasa con determinados aniversarios informativos. Lo del 11S y el 11M, por ejemplo. No se lo tomen como una falta de respeto o de consideración, ni por los acontecimientos ni por el trabajo de los compañeros. Es una medida de autoprotección. Fueron momentos tan duros y trajeron tales consecuencias que me cuesta recordar el minuto a minuto de cómo ocurrieron. Tampoco es meter la cabeza dentro de un agujero, como si la cuestión no fuera conmigo. O sí, no lo sé. El hecho de que vivamos tiempos tan inciertos en este arranque de 2025 hace que mirar a un pasado doloroso tampoco resulte particularmente alentador. ¡Con lo que tenemos encima! De ahí que, con todo el respeto, vaya a hacer oídos sordos a este quinto aniversario. No veré especiales informativos ni documentales. Cambiaré de dial y me saltaré las páginas de la prensa dedicadas al tema. Insisto en que no trato de ser desconsiderado con el trabajo ajeno. Es, sencillamente, que el tema me supera y no me apetece leer columnas como ésta.
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