De lo que no se habla

Les hablaba hace un par de días de algo tan supuestamente banal como el calorazo por la falta de una sombra en un colegio e ironizaba con que los 'grandes' temas de estado lo ensombrecen todo. Temas con nombre propio: Begoña Gómez, Carles Puigdemont y la que nunca falta: Isabel Díaz Ayuso. En ellas y en él (y en sus circunstancias) empieza y termina todo. Es que ni Koldo consigue abrirse un hueco.

Los partidos utilizan su aplastante maquinaria para imponer el monotema y que sólo se hable de lo que sus estrategas consideran que se debe hablar en cada momento. Trasladan su argumentario a las bases, fieles y acólitos y en cada casa se discute de lo único y lo mismo. Da lo mismo que una conversación empiece por el fútbol o el tiempo, antes tan socorridos. No tardará en derivar en el Madrid-Barça o el negacionismo climático. Si comentas algo de cine o viajes terminas en las subvenciones y la turismofobia. Y de ahí, al monotema: los míos (que siempre tienen la razón y LA solución) frente a los tuyos (que no se enteran y siempre están equivocados).

Leo a los analistas más serios y rigurosos entre preocupados y cabreados. Se lamentan de que ni siquiera con la 'excusa' de estas elecciones hayamos sido capaces de reflexionar y debatir sobre temas europeos. Y razón no les falta. ¿Pero qué esperaban?

Cuestiones tan candentes como la disminución de la natalidad y la necesidad de mayor inmigración, la fuga de talento, el precio de la vivienda, la defensa, la sanidad y la educación públicas, la protección del medio ambiente, la igualdad y la discriminación, la agricultura, ganadería y pesca, la cultura y el patrimonio… Nunca hay tiempo para hablar de nada de ello con serenidad, calma y sosiego. Para plantear un debate serio.