Una guerra desigual
Jesús Lens
Sábado, 10 de febrero 2024
En los locos años 20 —del pasado siglo— comenzó el fenómeno del gangsterismo, tan mitificado por el cine. Uno de los bandidos más famosos de ... la época fue John Dillinger, que se caracterizó por planear minuciosamente sus atracos. Siempre contaba con la mejor tecnología posible a su alcance: las armas más modernas y sofisticadas, las que más balas disparaban por minuto; y los coches más potentes y veloces.
Fue tal su obsesión por estar siempre a la última que es conocida la carta, posiblemente falsa, que le escribió a Henry Ford, felicitándole por fabricar los mejores coches para huir de la policía después de un atraco. El caso es que J. Edgar Hoover tuvo claro que si el FBI quería plantarle cara a este tipo de delincuencia, tenía que pelear con sus mismas armas, convirtiéndose en un obseso de la tecnología. Lo que hiciera después con ella, políticamente hablando, es otra historia.
El viernes por la noche, unos traficantes pasaron con una narcolancha de última generación por encima de una paupérrima embarcación de la Guardia Civil. El resultado: dos agentes muertos. Muertos en acto de servicio mientras una caterva de salvajes jaleaba a los narcos, como si estuvieran disfrutando de una carrera de Fórmula 1. La fiscal antidroga de Cádiz ha denunciado, alto y claro, la absoluta inferioridad de la Guardia Civil ante la impunidad de los traficantes, cuyas lanchas campan a sus anchas por los puertos de la zona.
La historia se repite, un siglo después. Y ojo a esa cultura que glorifica al narco y a la droga, tema sobre el que es necesario volver, una y otra vez.
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