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Se puso poético, Paco Cuenca. Pero más en plan rima urbana que en soneto por alejandrinos. El fracaso del proyecto de Carazo. ¿Lo hizo aposta ... o, sin haberlo deseado, le salió un pareado? El caso es que, tras el anuncio de la alcaldesa de Granada de la prórroga de seis meses a la implantación de la zona de bajas emisiones, el líder de la oposición salió en tromba para exigir que el consistorio granadino rehaga el proyecto.
Escribía el otro día sobre esa auténtica zona de desinterés en que se ha convertido la cuestión, con los municipios del Área Metropolitana en pie de guerra contra las medidas que prohíben el acceso de vehículos contaminantes de fuera a la capital. Que faltaron diálogo y consenso, sostenía. Pero que no era fácil alcanzar siquiera un acuerdo de mínimos sobre la cuestión.
Decía Paco Cuenca algo irrefutable: «El único objetivo del plan debe ser mejorar la calidad del aire, que no entiende de fronteras». Y el plan, tal y como está planteado, sólo puede funcionar si se trabaja, de verdad, en conectar el Área Metropolitana con la capital y sus distintos barrios a través de una red de transporte público realmente eficiente y eficaz.
No ha sido capaz Marifrán Carazo de poner en marcha la ZBE y no sé yo si este aplazamiento servirá para algo o si, como insiste Cuenca, solo es una huida hacia delante. Pide el exalcalde una línea 2 del metro —¡ojalá!— además de líneas coordinadas de bus.
Eso sí que sería algo revolucionario para la movilidad en Granada. En todos los sentidos. Redundaría no solo en beneficio de nuestra salud, la respiratoria, la cardíaca y la mental; sino de nuestra calidad de vida en general. La duda es: ¿hay voluntad? E inmediatamente de la mano: ¿hay capacidad? Y no sólo económica… Estas semanas no está siendo buenas para el PP. Al escándalo de los amaños en las pruebas de acceso a la Policía se suma el fiasco de la ZBE. No me extraña que Jorge Saavedra haya dejado su acta como parlamentario andaluz para centrarse en las cosas de Granada, las de plaza del Carmen y las de su partido. Falta hace, visto lo visto. Y es que las mayorías tan absolutas como son muy peligrosas. Fomentan la relajación, la autocomplacencia y la pérdida de contacto con la realidad.
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