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No dejaba de preguntar. Ferran Adrià, el genio revolucionario de la cocina que todo lo cambió, arrasó en el trepidante y estimulante escenario Dreams de ... Madrid Fusión a base de hacer preguntas. El talento creativo al que no dejamos de interrogarle desde hace lustros para saber cómo lo hizo responde torrencialmente disparando preguntas. El método socrático elevado a la enésima potencia. «Siempre que hay ciencia, manda la ciencia», soltó en un momento dado, cuando la gente, espoleada, sólo daba opiniones retorciendo el lenguaje. «¡No me manipuléis, ¿eh? No me manipuléis…».
Ver a Ferran Adrià en ebullición es todo un espectáculo. Verle y escucharle. E-bullición. Porque detrás del éxito de El Bulli había método. Ciencia. Experimentación. Creatividad. Osadía. Y talento, por supuesto. Talento a raudales. Pero también había fórmula. Y trabajo. Trabajo a espuertas.
Me da la sensación de que a la gente que Adrià pone nerviosa estos últimos años le gustaría que lo de El Bulli quedara reducido al rapto de genio. Algo irrepetible —que lo fue— fruto de una mezcla de azar y casualidad trufada de un toque divino e iluminador. Resulta tranquilizador.
Hará dos o tres años vino a Granada de la mano de CaixaBank. Y, aunque hubo quien le preguntó por las tapas, la mayor parte de sus múltiples charlas versaron sobre gestión.
En Dreams también hubo algo de eso, pero me quedo con la parte de la creatividad y la innovación. Ser valientes, para empezar. Tener capacidad de imaginación para encontrar ideas diferentes y hacer algo oriiginal, nuevo y distinto con ellas. Conseguir que tenga valor y, gracias a la comunicación y al marketing, que sea un éxito económico. ¿Y cómo se logra todo eso? Habrá que apuntarse al Madrid Culinary Campus (MACC) para saberlo.
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