El éxito de la 'Bonica del tó'
Transcurrida una semana de la Cumbre Europea, recordemos un par de momentos singulares. Primero, a Josep Borrell hartándose de hacer fotos en la Alhambra. ¿Se ... fijaron? Es que no paraba.
Me imagino que el dignatario habría estado en el monumento nazarí varias veces antes, pero era maravilloso verle móvil en ristre, tratando de capturar la luz del momento, los reflejos en el agua y la magia del ambiente. Y luego están las palabras del primer ministro irlandés, Leo Varadkar, cuando dijo que le gustaría tener la Alhambra más cerca. Ahí estuvo hábil, fino y rápido de mente Rodrigo Ruiz-Jiménez, su director, cuando le respondió entre risas: «Pues consigue un Ryanair Granada-Dublín y la podrás visitar muchas veces».
Como nosotros la tenemos ahí enfrente y la vemos de continuo, damos por supuesto que todo el mundo tiene la Alhambra entre ceja y ceja y está empeñado en venir, cueste lo que cueste.
Y no es así. Granada es la 'Bonica del tó', efectivamente, pero no puede conducirse como la madrastra de Blancanieves, todo el día mirándose al espejo, enamorada de sí misma.
La competencia internacional es feroz y los destinos turísticos y culturales no se venden solos. Cada vez se hacen viajes más cortos, de guerrilla, y perder un día completo a la ida y otro a la vuelta en los desplazamientos es impensable. La imagen que Granada ha mostrado al mundo a través de la cumbre ha sido impagable.
Y lo de este sábado, con las procesiones, ofrecerá otra estampa increíble. Si con estas estampas, los encargados de vender Granada en el exterior no consiguen más y mejores conexiones por tierra, mar y aire, yo ya no sé.
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