El otro día estuve hablando de la NBA con mi amigo Marco, un entusiasta y estajanovista adolescente que se pirra por el baloncesto. Como considera ... que soy alto, en un momento dado surgió el siempre espinoso tema de… los mates. «Tío, Marco, ahí me has dado. Te confieso que nunca conseguí hacer un mate. Es que ni en mi 'prime'. Soy un fiasco como jugador de baloncesto y, si me apuras, como ser humano». Se lo dije con cara de cachondeo, claro. Pero no mentía. Mis únicos mates los he hecho en canastas de minibasket y, cuando cobré conciencia de que, con mi nula capacidad de salto, jamás machacaría el aro, me quedé un poco chof. Depre no, tampoco exageremos. Pero sí fue una de las primeras veces en que entendí que querer no es poder y que, por mucho que te esfuerces, hay cosas que no conseguirás jamás. ¿Se imaginan que, a partir de ese momento, hubiera sufrido en cada partido al ver los mates de gente que sí llega al aro? Peor aún: ¿qué pensarían si, encima, publico mi 'frustración' en las redes sociales, todo dolido y amargado? Ridículo, ¿verdad?
En vacaciones siempre hay personas que se sienten agredidas al ver las fotos y los vídeos de los viajes de sus amistades. ¡Vaya usted por Dios! Y no tienen reparo en manifestarlo en alta voz. ¿Buscarán que se sientan culpables quienes han conseguido ahorrar para darse un garbeo por el mundo? El ego de los ofendiditos es tremendo. Como ellos no han podido o querido irse de vacaciones, se sienten mal al ver a un amigo posando frente a unas ruinas mayas o comiéndose una paella valenciana. ¡Vaya tela! Como si a mí me enfermara ver el concurso de mates de la NBA, vamos. Toda valoración de lo que pasa a su alrededor la hacen en base a cómo les hace sentir a ellos. ¿Es o no es tener ego? Pero es que, además, adolecen de una nula tolerancia a la frustración. Y, lo que es peor: son unos tristes. Gente gris y cenicienta incapaz de alegrarse por la dicha ajena. ¡Ay, los del valle de lágrimas, qué peligro tienen con un smartphone en la mano!
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión