Desayuno y vacaciones
El otro día, en bañador y chanclas, pude disfrutar de un desayuno 'quepaqué'. IDEAL en ristre, me senté no demasiado cerca de una mesa ocupada ... por tres parejas puretas, pero dio igual: el volumen de la conversación del dúo dominante —los otros cuatro interlocutores no pudieron meter cuchara en más de media hora de monólogo compartido, al estilo Pimpinela— permitía que toda la terraza se enterara de sus opiniones, vivencias, anécdotas, puntos de vista y demás consignas.
Para empezar, la inmigración. Todo mal, faltaría más. Un infierno y un horror. Estamos al borde del colapso y la invasión, decían en alta voz en una terraza atendida precisamente por personal inmigrante que sudaba la gota gorda para que todos estuviéramos cómoda y rápidamente atendidos.
Y las ayudas. Ayudas por aquí, ayudas por allá y ayudas por acullá. Ayudas de 300 euros por hijo matriculado. Familiares que vienen de vacaciones y se quedan aquí y paren hijos y ya son españoles y provocan el efecto llamada por el reagrupamiento familiar. Todo ello así, sin tomar aire ni para respirar. Y las ONG que en realidad son tapaderas de las mafias de la inmigración, que eso se sabe y, además, es sabido.
Luego se relajaron y hablaron de sus viajes. «Entré en Notre Dame y lo que pensé es que ya había visto la catedral de León y que una vez vista una iglesia gótica, vistas todas», dijo él, con orgullo y suficiencia.
—¡No, no! Para ti, sean góticas o románicas, todas las iglesias son iguales—. Y qué de risas, oye.
—Es verdad. Si es que eso de viajar… Yo, si pudiera, no salía de Madrid— reconoció el hombre antes de contar cómo se enfrentó a 'un negro' —guardia de seguridad— en un museo de Nueva York que trató de impedirle salir a echar un cigarrito a la calle. «A mí me iba a decir el negro ése si podía o no fumar».
—¡Casi lo mata!— reía su partenaire, sin que estuviera claro del todo quién habría acabado con quién.
Entonces, la conversación se fue por otros derroteros y pudimos saber que a él le gusta comprar los calzoncillos en Bershka —«caprichos que se puede uno dar, tampoco es para tanto»— y que ella, sin embargo, se pilla los bolsos en los mercadillos. Y con una conversación tan edificante y elocuente, encaro unos días libres para desconectar de tanta actualidad. ¡Salud y vacaciones!
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