¡Que no me lo creo, oiga!
Jesús Lens
Jueves, 2 de mayo 2024, 23:25
Hace unos días, cuando entré en X, esa red social que cada vez es más una incógnita en sí misma, vi las sorprendentes imágenes de ... las inundaciones en Dubai y alrededores. Lo primero que pensé, más allá de lo impresionante que parecía todo, es que era mentira. Y pasé de seguir mirando.
Después, leyendo las ediciones digitales de los periódicos, vi la noticia. ¡Era verdad! Entonces, ya sí, una vez comprobado que era cierto, volví a X y me zampé los vídeos del aeropuerto inundado, las calles anegadas y la tormenta eléctrica filmada desde los rascacielos.
Lo siento, pero solo me creo lo que leo, veo o escucho en medios de comunicación serios y solventes. Tanto que, de hecho, solo me creo lo que leo, veo o escucho cuando entro a navegar directamente en sus webs: por mucho membrete y cabecera que lleven sus noticias en las redes, desconfío.
Lo sé, lo sé. Esto huele a corporativismo. Desconfíen, ahora ustedes. Harán bien. Pero tengo claro que siempre es más difícil que se la den con queso a un medio de comunicación y a sus periodistas que a un bloguero, influencer o 'periodista ciudadano'. De hecho, sólo pincho en los famosos 'Esto no lo verás en los medios' cuando, paradójicamente, enlazan a algún medio. Porque, aunque no se lo crean, pasa.
Cuando hablo de medios de comunicación me refiero justo a eso. A medios de comunicación. Paso olímpicamente de esas webs que se ponen nombres pomposos que apelan a la objetividad y a la independencia y que sólo son correas de transmisión de la voz de sus amos. Presumen de no depender de la publicidad porque ya vienen pagados de casa. Y, también, porque a pocas marcas les gustaría verse relacionadas con según qué libelos.
Estos días no deja de hablarse de bulos, mentiras y fake news. De intoxicaciones más o menos torpes, más o menos interesadas. Por supuesto, los medios de comunicación no son infalibles ni perfectos. Siempre encontraremos titulares que nos irriten, noticias publicadas que nos cabreen, fotos que nos escuezan, columnas que nos indignen y asuntos sin publicar que nos escuezan. Pero detrás de todo ello hay profesionales, no activistas. Llámenme iluso o, insisto, corporativista, pero a mí me dan mucha más confianza esos profesionales que tanto supuesto voluntarista, nihilista o librepensador que, al final —desde el principio— sabemos de qué pata termina —o empieza— cojeando.
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