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La Asunción de Murillo.
Ad Líbitum

Asunta

Los Evangelios no indican si la Virgen María murió y fue elevada a los cielos en cuerpo y alma, pero señalan la unión perfecta con el destino redentor de Cristo.

Javier Pereda

Jueves, 14 de agosto 2025, 22:15

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En la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, la liturgia de la Iglesia exulta: «María ha sido llevada al cielo, se alegra el ... ejército de los ángeles». El Cantar de los Cantares recoge este momento: «¿Quién es esta que va subiendo cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército en batalla?». María goza con su prima Isabel, encuentro que se recoge en la oración 'Magníficat': «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava». Desde ahora, se lee en el Evangelio de san Lucas: «Me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí». Así profetiza el Salmo 44: Ella está enjoyada con oro de Ofir, de pie y a la derecha del rey, que está prendado de su belleza. Es la hermosura de su maternidad divina: Madre de Dios Hijo, Hija de Dios Padre y Esposa de Dios Espíritu Santo; su virginidad antes y después del parto; la concebida inmaculada sin pecado; y, por todo lo anterior, asunta al cielo en cuerpo y alma. Aquí se reúnen las cuatro declaraciones dogmáticas sobre la Madre de Dios. En estos términos se pronunció el Papa Pío XII, mediante la Bula 'Munificentíssimus Deus', de 1 de noviembre de 1950, cuyo título evoca la generosidad y benevolencia divina, al adornarla con estos dones maravillosos: «Más que tú, sólo Dios».

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