Nostalgia del café y el periódico en papel
Javier Martín Ríos
Lunes, 25 de agosto 2025, 22:31
Desde hace años, durante los primeros diez días de agosto, viajo con mi hija a una región de España. Es un viaje en el que ... mezclamos cultura y ocio, porque no hay mejor aprendizaje que ver con tus propios ojos y pisar con tus propios pies ciudades, pueblos, parajes naturales o monumentos que admiramos a través de los libros, revistas, documentales o medios de comunicación. Este año nos tocó Asturias; primero pernoctamos un par de días en León y Astorga, para luego pasar el puerto de Pajares y adentrarnos por la imponente belleza verde de la geografía asturiana, desde sus encrespadas montañas del interior hasta su costa moteada de playas de ensueño y pintorescos pueblos. De cada viaje nos traemos un sinfín de impresiones que ya quedarán para siempre en el recuerdo, que reviviremos cuando un lugar visitado nos aparezca en un libro, en una película, en la conversación con los amigos, en un programa de televisión o en alguna clase de mi hija.
Más allá de los lugares visitados, que siempre quedarán en la memoria, hay algo que me ha llamado la atención durante este viaje por tierras del norte, tanto en la provincia de León como en el Principado de Asturias: en todas las cafeterías que frecuentamos (que en unos diez días no fueron pocas) para desayunar o tomar un refresco como descanso en una jornada de visita cultural, había periódicos en papel, ejemplares de la prensa local y nacional. Quizás al lector de este artículo le podrá parecer una cuestión baladí en estos tiempos en que todo se consulta a través del teléfono móvil, pero a un servidor, al ver a la gente leyendo en una cafetería la prensa escrita en papel desde las primeras horas de la mañana, le vino a la mente los tiempos en que en Granada todas las cafeterías y bares tenían a disposición de sus clientes al menos un ejemplar de este mismo periódico que ahora usted lee o de otros periódicos locales y nacionales. Hace unos años lo normal era poder echar un café y leer un rato un periódico en nuestra ciudad o en los pueblos de la provincia, pero la costumbre fue decayendo y la pandemia del coronavirus le dio la puntilla final, como medida higiénica de no tocar con distintas manos un mismo objeto; desde entonces son pocas las cafeterías que han retomado un servicio tan civilizado como poner a disposición al menos un ejemplar de periódico a sus clientes. Para eso tenemos los móviles, argumentarán algunos, pero nunca será lo mismo leer detenidamente en papel un buen artículo o una noticia de interés.
En más de una ocasión he escrito, también en este periódico, sobre la importancia del periodismo en la salud democrática de un país. Hoy día, por desgracia, la lectura de periódicos va menguando en detrimento de canales alternativos de redes sociales que, más que informar e instruir, están fomentando un fanatismo digital y un relato conspiranoico sobre asuntos actuales que debería preocuparnos como sociedad. En muchos de esos canales de redes sociales no hay control ni filtro de calidad, no se contrasta la veracidad de lo que se cuenta, se manipula al antojo del listo de turno y, lo peor de todo, se usan como medios de propaganda que en no pocas ocasiones ponen en entredicho los propios cimientos democráticos del Estado de Derecho en el que vivimos. Es el precio de la libertad de expresión, quizás se podrá argumentar, pero también tenemos el derecho y el deber de salvaguardar la salud democrática de nuestra sociedad. Este fenómeno no es sólo de España, sino del mundo entero. Un hecho fehaciente es la propagación cada vez mayor de ideas con sesgo fanático y la llegada al poder de determinados líderes populistas que han usado las redes sociales como instrumento principal para alcanzar sus fines. Por esa razón es tan importante el periodismo profesional, sobre todo en un mundo tan convulso como el que nos encontramos en la actualidad; sigue siendo fundamental que los jóvenes se acerquen a los periódicos, que aquellos que ya no lo son, y un día dejaron de leerlos para estar bien informados, vuelvan de nuevo a ellos y se alejen de los cantos de sirena de esa bazofia digital que hoy día aflora por doquier en los mares insondables de los submundos del ciberespacio.
Soy consciente de que los tiempos cambian y el propio periodismo tiene que adaptarse a la época que le toca vivir. Pero el que escribe estas palabras siente nostalgia por costumbres civilizadas como la de poder leer un periódico en papel tomando un café o cualquier otra bebida en la cafetería del barrio en el que vives o en la de un lugar de paso que vas a visitar. En Granada parece que hemos perdido dicha costumbre desde hace ya unos años, pero no estaría mal recuperarla, dar la posibilidad de leer un periódico en una cafetería sin la necesidad de recurrir a la pantalla del móvil y así hacer una lectura en calma, pausada, con la concentración precisa que tanto la palabra como el pensamiento siempre necesitan.
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