Budismo en el Realejo
Javier Martín Ríos
Viernes, 15 de diciembre 2023, 23:06
En las últimas semanas ha sido noticia en Granada la venta del Convento de las Vistillas del Realejo a una orden budista con origen en ... Reino Unido. El convento de clausura ya llevaba varios años con las puertas cerradas y ahora pasa a personas que profesan una religión muy distinta a la que durante varios siglos cobijó entres sus paredes. Está claro que, si esta orden budista ha optado por este recinto tan emblemático y tan grande en comparación con el que dispone en la actualidad, es, por un lado, porque debe contar con una base social ya arraigada para llevar a cabo sus futuras actividades y, por otro, porque debe tener una clara perspectiva de expansión para atraer al centro a muchas más personas de las que hoy puedan estar dentro de su órbita de simpatizantes, ya sean de la propia Granada o fuera de nuestras fronteras. De momento, excepto algunos datos leídos en la prensa, no tengo un conocimiento preciso sobre esta orden budista, no sé ni quiénes son ni qué actividades concretas llevan a cabo en su centro, pero sí puedo entender su presencia en Granada y contextualizarla dentro de un fenómeno de expansión del budismo por diferentes puntos de España, al igual que lleva mucho tiempo ocurriendo en otros países europeos, esto es, en territorios fuera del continente asiático, donde está la raíz y el desarrollo de esta religión, y las costumbres sociales y manifestaciones artísticas de muchos países asiáticos están imbuidas, en su día a día, por la fe, la filosofía y la cultura budistas, con ramificaciones y escuelas muy diversas entre sí. Es una expansión silenciosa, podríamos añadir que aún minoritaria, pero en lenta progresión.
El budismo surgió en India en el siglo VI a. C. y las enseñanzas de Buda se expandieron poco a poco por todo el continente asiático, dando lugar a tres grandes corrientes de transmisión (con sus numerosas variantes y escuelas dentro de cada una de ellas) que conforman el budismo actual: Theravada, también conocido como budismo del sur, arraigado principalmente en Sri Lanka, en casi todos los países del sudeste asiático y el suroeste de China; Mahayana, en China, Japón, Corea y Vietnam; y Vajrayana (considerado como extensión del budismo Mahayana), en Tíbet, India, Nepal, Bután y Mongolia. Todos tienen las enseñanzas de Buda como punto de unión, pero con diferentes interpretaciones de grandes maestros que surgieron a lo largo de los siglos y que fueron el origen de la diversidad de las escuelas y órdenes que podemos apreciar en la actualidad. Pero desde hace unos años hay expertos que hablan de una cuarta corriente de transmisión del budismo en el mundo, 'el budismo en Occidente', donde ya hay millones de personas, dispersas por muchos países fuera del continente asiático, que simpatizan con alguna de las numerosas escuelas de las corrientes budistas de las que hemos hablado anteriormente. Esta expansión comenzó especialmente en el siglo XX y en el presente siglo su presencia es cada vez más visible. En el caso de España, podemos ver su desarrollo a partir de la llegada de la democracia y hoy día es rara la provincia que ya no cuenta con sus centros budistas, cuyos núcleos fundacionales, como el del futuro centro del Realejo, a menudo suelen estar en otros países europeos.
El mundo del budismo es muy complejo de analizar por la diversidad de escuelas que lo conforman, pero, en relación con el budismo en Occidente, podríamos hablar de unas características generales y, para ello, me valgo de la síntesis que Agustín Pániker, uno de los mayores expertos en religiones orientales que contamos en nuestro país, hace en el libro 'Las tres joyas. El Buda, su enseñanza y la comunidad' (2018): «Una orientación más laica y mundana; una cierta amalgama de corrientes y escuelas; una interacción con la ciencia y la psicoterapia; mayor igualdad de género; y la centralidad de la meditación». Yo añadiría a las características señaladas con anterioridad la búsqueda de la espiritualidad, entendiendo la espiritualidad no sólo como un hecho religioso, sino como una expresión de la realización de la vida interior y como complemento a la vida social y material de la existencia cotidiana. Y ahí el budismo está llegando a mucha gente a través de la práctica de la meditación, llenando un vacío que, según mi impresión, quizás equivocada, otras creencias religiosas han dejado un poco de lado. Contextualizando este proceso de expansión del budismo en Occidente, podemos entender por qué una orden budista compra por dos millones y medio de euros, sin olvidar los costes que tendrá la restauración, un histórico convento de monjas de clausura en el barrio del Realejo.
Cuando se abra este centro budista en el futuro, no creo que los vecinos del Realejo vean a muchos monjes budistas con sus ropajes típicos paseando por las calles del barrio, aunque algunos habrá, claro está; lo que más verán serán a personas normales y corrientes, incluidas a familias completas, sean de Granada o venidas de otros lugares, que frecuentarán dicho centro para participar en las actividades que allí se organicen, teniendo la práctica de la meditación como punto fundamental de encuentro y vivencia.
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