El sueño de Engélé
Javier Castejón Casado
Viernes, 13 de septiembre 2024, 23:08
¡Llévame a España contigo! Corría el año 2005 y el autor de este artículo, junto con otros compañeros de profesión médica, había transcurrido sus ... últimas seis semanas en Nguti, un ignoto lugar de la selva de Camerún, como componente de una expedición de cooperación sanitaria internacional desarrollada bajo los auspicios de la ONG Ciudad de los Hermanos de San Juan de Dios. Era el último día de nuestra estancia en aquella tierra sin esperanza y quien así se dirigía a mí era el joven nativo que había ejercido de guía y conductor de nuestro grupo sanitario durante las semanas vividas en aquel país.
Se llamaba Enguélé y afirmaba que me hacia esta petición porque en su país no había futuro alguno para él y para su familia, y que lo hacía pensando sobre todo en su hija pequeña, ya que, si la existencia de cualquier nativo en aquella región solía transcurrir en la miseria más completa sin perspectiva de cambio hasta la muerte, la condición femenina solía ser más penosa aún que la de los varones, pues niñas y mujeres vivían una permanente situación de indefensión y mayor sobrecarga vital, debido al machismo ancestral imperante en aquella sociedad. A esto se añadía la inseguridad jurídica que desde siempre amenazaba al ciudadano centroafricano, añadido a esporádicas incursiones en la zona de la cruel guerrilla islamista Boko Haram que, procedente de Nigeria, aparecía a veces en la región secuestrando niños y sembrando muerte por doquier.
El sueño de Enguélé no era sino el deseo de alcanzar un horizonte digno para él y los suyos. A todos los componentes del grupo nos impactó su petición de abandonar el país buscando horizontes que prometieran mejor futuro para él y para su familia.
Hoy, cuando los medios de comunicación nos muestran las tristes imágenes de masas de migrantes desembarcando en las pateras que llegan a nuestras costas, recuerdo la petición de Enguélé como una premonición de lo que ahora está sucediendo. La migración masiva crece con velocidad inusitada. Los datos acumulados del Informe de Inmigración Irregular 2024 del Ministerio del Interior cifran en 20898 el numero de migrantes llegados a nuestro país entre enero y mayo frente a 7282 llegados en el mismo período de 2023. Esto supone un crecimiento interanual del 187%.
A todos los componentes del grupo nos impactó su petición de abandonar el país buscando horizontes que prometieran mejor futuro para él y para su familia
Y, mientras se gesta un incontenible problema humanitario, políticos de uno y otro signo continúan tirándose trastos a la cabeza y acusándose mutuamente de banalidades; esquivando cualquier solución práctica y haciendo gala de una ineficacia que se aproxima a la desidia e incluso a la negligencia. ¿Como si no puede valorarse que mientras se acusan entre ellos de «racismo» o «buenismo», continúa creciendo la cifra de los desesperanzados que llegan a nuestras costas? Unos, los acusados de racismo, pregonan las deportaciones masivas en nombre del supuesto peligro que supone la entrada de miles de migrantes en el país. Otros, acusados de buenismo, infieren que la acogida indiscriminada es la mejor opción e incluso que esta sería beneficiosa para nuestra economía. En medio están los que, a causa del pavor que les produce ser acusados de extremismo de cualquier signo, proponen veleidades sin argumento práctico que las sostenga. Lo llamativo de este elenco político es que mira su ombligo en vez de dirigir la atención a la dimensión creciente del problema que ya supone el crecimiento incesante de la migración.
Hace apenas dos años, el Foro de Examen de la Migración internacional de Naciones Unidas reunido en Nueva York ya apuntaba a la única solución posible del problema, adelantando que esta no era otra que un Pacto Mundial para la Migración. Lo decía clamando por un acuerdo negociado a nivel intergubernamental sobre un enfoque común para gestionar el problema. Con este enfoque integral, los estados miembros aspirarían a facilitar la migración segura, ordenada y regular, reduciendo la incidencia de la migración irregular y sus efectos negativos mediante la cooperación internacional y una combinación de medidas expuestas en el propio Pacto.
Este pacto fue fruto de una reunión previa de los 193 jefes de estado miembros de Nacional Unidas que, reunidos en Asamblea General en 2016, reconocieron la necesidad de adoptar un enfoque integral para la movilidad humana, promoviendo una mayor cooperación a nivel mundial. La voz de Naciones Unidas clamaba entonces por el único acuerdo capaz de abordar con racionalidad el problema. Y no se trataba de un brindis al sol, pues el acuerdo desarrollaba punto por punto los mecanismos de desarrollo y objetivos del mismo.
En 2005, Enguélé clamaba por venir a España buscando un horizonte menos amenazador para él y los suyos. En 2022, Naciones Unidas clama por un Pacto mundial, cuya necesidad reconocieron los jefes de estado de los países miembros.
Pero desgraciadamente, mientras los políticos responsables continúen enfrascándose en acusaciones mutuas y obviando las soluciones reales, la propuesta de Naciones Unidas se convierte en papel mojado y la esperanza de Enguélé y otros muchos como él en un sueño inalcanzable.
En virtud de todo ello, las costas del Mediterráneo serán invadidas por un número creciente de pateras y sus profundidades llenándose de cadáveres anónimos. Mientras tanto, por las calles de Europa circularán cada vez mas migrantes irregulares, y el sueño de la sociedad desarrollada será absorbido por el hambre que viene de África.
* Javier Castejón es médico cirujano (jubilado) y ha sido médico cooperante en África y América
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