Jaco de Troya
La Carrera ·
Y las autonomías van y agarran el regalito e incrementan las restricciones de derechos fundamentales para las que no tienen competencias (...)Se presenta en casa vociferando que es negativo; su PCR, claro. Una vez enterado el vecindario, Recesvinto me dice al oído que le preocupa que ... lo único que avance sea el desconcierto ante la pandemia. Le pido calma e invito a entrar porque veo que trae en el ánimo la mezcla de cabreo y abatimiento que nos suena. Con la mascarilla puesta comentamos del estado de alarma aprobado ahora. Recesvinto está que trina no por el R. Decreto 926/2020, sino por su contenido. Convengo con él que la segunda andanada Covid-19 más que ola parece tsunami, y que la cuestión no está en la declaración de alarma, sino en el cómo.
Le recuerdo que sin cobertura legal y ya hace días, los territorios autonómicos venían adoptando limitaciones a los derechos (cercos perimetrales, restricciones de reunión, circulación y aforo), y ahora nos topamos con un nuevo Decreto de alarma que es un dechado de despropósitos jurídicos. Todo un monumento a las maquinaciones políticas saltándose las directrices técnicas.
Entre las pegas del Decreto destaca que se aprueba no para que el Gobierno tome medidas para las que solo él está legitimado, sino para que las tomen las Comunidades Autónomas. Y las autonomías van y agarran el regalito e incrementan las restricciones de derechos fundamentales para las que no tienen competencias, ni tampoco les pueden ser transferidas. El regalo envenenado que les hace el Decreto a las autonomías es un 'caballo de Troya'. Jamelgo que viene envuelto en los celofanes de un señuelo: la co-gobernanza. Evocador vocablo si no fuera porque en España no significa nada; vista, además, su demostrada inutilidad frente a los estragos del virus.
Apelar a la co-gobernanza es pura treta. Es una maniobra urdida desde Moncloa para eludir responsabilidades, un ejercicio de escapismo sin precedentes que implica entregar, sin base constitucional, las riendas de la alarma a los líderes autonómicos, quienes ven ocasión de erigirse en soberanos de taifas, preocupados como están en diferenciarse entre sí y beneficiar desde su lugar a los partidos políticos donde militan.
Recesvinto replicó a este argumento con un grito jacobino, y añadió: Entonces de lo que se trata es de evitar culpas ante lo que se viene encima, dejando la pelota de la pandemia en tejado ajeno. Y le apostillé: Pero como eso es inconfesable, acuden al injerto de la co-gobernanza que –claro– tiene lógica en Alemania, pues solo es factible en países donde existe pacto de lealtad constitucional, donde hay un compromiso expreso de lealtad federal de los territorios con el Estado.
Aquí ello no es viable por la múltiple concurrencia etno-territorial e identitaria, y por la ausencia de cultura cívica basada en la lealtad constitucional. Por eso no es posible tal co-gobernanza en España, porque falta sellar en la Constitución un pacto que anude la integridad del Estado a la lealtad constitucional de los territorios. No cabe pues hablar de co-gobernanza, y debe ser el Gobierno quien tome las riendas de la alarma, fijar medidas, y no eludir su responsabilidad.
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