Jijona
A la última ·
Pasar de celebrar la Navidad con 50 a reunirnos media docena es un cambio trascendental que llega a todas las casas algún díaEl puente de la Constitución ha sido traumático. Mi suegra ha anunciado que se acabaron las cenas multitudinarias de Nochebuena, que este año no está ... dispuesta a poner una mesa para 20 porque se angustia. En casa de mi madre seríamos algunos más: 30, pero hace un par de años que se acabaron las celebraciones masificadas. Hermanos y cuñados andamos como pollos sin cabeza y con la ansiedad avisando. Cada año renegábamos de estas fiestas familiares, pero ha sido anunciar su final y nos hemos venido abajo, embargados por un derrotismo que no somos capaces de procesar.
Pasar de celebrar la Navidad con 50 a reunirnos media docena es un cambio trascendental que llega a todas las casas algún día y es preludio de fatalidades como la soledad, la melancolía, la partida. Pero animémonos, porque tal vez haya revolución gastronómica. Seguro que se acaban, por fin, los langostinos dos salsas, el pavo relleno de mi madre y el sopicaldino de mi suegra. Pues no. Los últimos indicios solo aventuran traición: cambiaremos la comida tradicional por platos de quinta gama. Por intercesión de un amigo hostelero, hemos pedido lingotes de cochinillo deshuesado, un capón y un kilo de tartar de salmón. ¡Mamá, porfa, rellena un pavo de los tuyos!
Nos quedaban los turrones duro y blando como último asidero purista, pero acaba de llegar un paquete con las etiquetas «gourmet, premier, delicatessen» impresas, conteniendo incomprensibles turrones de galleta con jengibre, leche merengada y limón marroquí. Se enteran en Vox de que hemos cambiado Jijona por Marruecos y nos precintan la alacena. Moraleja: si disfrutan ustedes de Navidades multifamiliares, no se quejen, algún día las echarán de menos.
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