Inyectar dinero
Puerta Real ·
Explican los ERE diciendo que fue una inyección de tropecientos millones y es otra cosa, sobre todo si omiten que se la inyectaron a amigos, familiares, militantes y paniaguadosManuel Montero
Viernes, 28 de junio 2019, 00:26
Cuando hablan de la conveniencia de inyectar dinero me imagino al ministro o ministra de Hacienda con una enorme jeringuilla llena de billetes u oro ... líquido pinchándonos a la brava, insuflándonos pasta hasta dejarnos satisfechos, quizás dinerodependientes, yonquis yupis.
Convertido esto en un mundo místico, a los legos todavía nos sorprende la solución para todo: inyectar dinero. Hay problemas en una empresa y el sindicato difunde la panacea: que inyecten dinero. La Cataluña de Puigdemont apretaba en tiempos del PP y Rajoy dio con la clave: inyectó dinero. Torra siguió igual política despendolada y Sánchez lo mismo: inyectó dinero.
Subyace la imagen técnica, médica y milagrosa. Servidor propiamente ha llegado a la conclusión de que le convendría una inyección de dinero. Única pega: no sabe a quién reclamársela.
La frasecita de marras viene de cuando los bancos centrales inyectan liquidez (o sea dinero), bajando los intereses. Lo hacen cuando la economía da en zombi y buscan revivirla.
La expresión se ha autonomizado. La idea es que cabe inyectar dinero a beneficio de inventario. Si el gobierno inyecta dinero a los bancos, adiós muy buenas, ya podemos despedirnos de la tela. Como mucho figurará en algún catálogo de deudas que acabará perdido en la desmemoria histórica.
El concepto «inyectar dinero» tiene una función gloriosa. Cualquier político o colectivo tiene la gran solución. ¿Cómo generar empleo? Se inyecta dinero y ya está. Todo es tan fácil que sorprende que tengamos problemas.
De la hemeroteca. Un Pujol de la mafia catalana inyectó doce millones en Puerto Rosario y cuentan las crónicas que los Pujoles inyectaban dinero de la banca de Andorra, una «inyección continuada de billetes». Así queda aséptico. Mucho mejor.
Decididamente, parece que hemos dado con una solución definitiva.
Cuando el sindicalista, el político autonómico, el independentista, el prócer y/o el empresario en quiebra sugieren la conveniencia de que inyecten dinero parecen creer que en algún sitio incógnito hay un depósito inmenso de dinero donde se puede enchufar la manguera que llegue hasta la jeringuilla por la que saldrá el dinero que todo lo salvará.
Hay para todos, al parecer. Salvo para servidor.
Lo raro del caso es la facilidad con la que se utiliza la expresión. Sugiere que tenemos gobiernos idiotas, pues no acuden con más frecuencia a remedio tan sencillo, almacén del Tío Gilito. Un chute de oro líquido y ya está. No se dice invertir o enterrar dinero en un club de fútbol, sino inyectarle dinero. Al margen de que da la impresión de que estamos forrados hasta límites infinitos y que el pozo de dinero no tiene fondo, la medida pierde las connotaciones de endeudamiento y de costos que tiene que cubrir alguien.
El aire técnico de la expresión resulta retóricamente salvadora en muchos casos. Explican los ERE diciendo que fue una inyección de tropecientos millones y es otra cosa, sobre todo si omiten que se la inyectaron a amigos, familiares, militantes y paniaguados.
Hay una variante de la expresión que resulta desconcertante. A veces dicen que conviene inyectar dinero fresco. A los ignorantes en la materia la expresión nos abre un inmenso campo de posibilidades. Si existe «dinero fresco» habrá dinero caluroso, ajado, mortecino, ahumado, reseco, frío…
Aun así: quedo a su disposición para cuando decidan inyectarme dinero revenido. Ya me las arreglaré.
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