Nos invaden por todos lados
Tribuna ·
Granada, que era una ciudad de vender ropa, una ciudad zacatinera, está desconocida; todas las marcas conocidas han invadido Reyes Católicos, Recogidas y Puentezuelas. Se ha perdido la personalidadjosé maría becerra hiraldo
Lunes, 9 de diciembre 2019, 00:32
¿Por qué ve usted por la carretera de la sierra tanto autobús alhambreño, sin saber dónde quedarse una vez soltados los viajeros turistas de ... la Alhambra? Porque el dueño de los aparcamientos, que es de Madrid, no baja los precios de aparcamientos allá arriba. Pero hoy con los móviles se organizan los conductores fácilmente.
El quiosquero de Plaza Nueva y los tenderos granadinos de abajo y de arriba se quejan de la exclusividad que le han dado a una tienda de Reyes Católicos para vender productos de la Alhambra. ¿Sabe usted de dónde es esa empresa? De Barcelona, de la Vía Layetana, 7. Parece ser que eso pasa en todas las ciudades monumentales. Y los contratos son plurianuales, y obligan a todos los gestores sucesivos. Nada, a tragar leones de peluche, cuentos de la Alhambra en todos los idiomas extranjeros, incluso en catalán. ¿Dónde queda la taracea, el cordobán, la plata repujada, el granate, la alfarería de fajalauza?
Esas aguas tan nuestras, tan de nuestra sierra y que se recogen en Lanjarón y Albuñán, pueblos de nuestra provincia, tenían capital catalán y ahora lo tienen francés. Me dicen que nuestras aguas se venden ya en Nueva York pero a cargo de empresas americanas.
Si vas a esquiar a la sierra, que la tenemos ahí al lado, te darás cuenta de que los servicios están atendidos por muchos granadinos, la mayoría, bares, tiendas, oficinas, servicios, hoteles; la mayoría granadinos, pongamos unos cuentos de Monachil, pero los jefes, los dueños… de Madrid. Sí tendrían que ponerles un AVE de verdad para acudir pronto y bien a sus propiedades. Sin ir más lejos, la presentación de la nueva temporada de esquí se hace en Madrid, y desde siempre la presentación del Festival de Música y Danza se hace en la capital de España, que es donde se venden casi todas las entradas.
Hoy he tenido que acompañar a unos amigos al catastro de la calle Mesones. Allí no he encontrado a los niños fantasmas, pero sí a un vigilante que se anunciaba a la espalda de esta guisa: 'vigilant'. Le he susurrado al oído que si la empresa de seguridad era catalana, y me ha contestado rápido, raudo, veloz, que no, que era murciana.
Me cuentan que cuando los cruceros atracan en Málaga, se ofrecen las siguientes excursiones extra: «Museos de la ciudad, la Alcazaba y la Alhambra, el torcal de Antequera y el tajo de Ronda». Y la cosa está tan organizada que el desayuno se les sirve en los Abades de Loja.
Estados Unidos también ha inventado la franquicia. ¡Qué invento! Granada, que era una ciudad de vender ropa, una ciudad zacatinera, está desconocida; todas las marcas conocidas han invadido Reyes Católicos, Recogidas y Puentezuelas. Algunas marcas son españolas, otras extranjeras. Se ha perdido la personalidad: es una ciudad como cualquier otra, es una ciudad que tiene una alhambra, como todas las alhambras. Eso en ropa, pero ¿y en restauración?, ¿y en hoteles?, ¿y en librerías? ¿Y en bancos? ¿Qué me dicen del Granada CF que ayer era italiano y ahora es chino? ¿Y del jeque almeriense? ¿Y del árabe malagueño?
Recuerdo hace treinta y cinco años cuando el boom de las cajas de ahorros provinciales. ¿Dónde está la provincial de Granada? ¿La Caja de Ahorros de Jaén, auspiciada por la Diputación? ¿Caja Granada? ¡Qué euforia con lo nuestro! Ahora nos dominan los bancos del norte y pronto los del extranjero. ¿Dónde está nuestra identidad? ¿Quién tiene nuestros dineros? ¡Ya no acudimos a esas sucursales a controlar nuestros ahorros! ¿Qué ahorros? Del viejo que recalaba en la Caja de Ahorros y le preguntaba con parsimonia al bancario ¿cuánto he ganado este mes? a la señora que camino de mercado acude a sacar cincuenta euros y le dicen que si tiene pin, ¡cuánto ha cambiado el cuento! Ahora en el centro de nuestras ciudades hay nombres nuevos: Evo, Abanca, Sancto Spirito.
No hay calle típica en la ciudad que no haya sido invadida por los tenderetes de los moros. No hace falta bajarse a Tánger para comprar unas babuchas árabes, una alfombra Patchwork, un kilim oriental, un Tajín de barro o una chilaba marroquí. Aquí está todo, en plena calle, una, dos, tres tiendas. ¿Dónde está nuestra identidad? Menos mal que tenemos todavía indalos, granadas y lagartos. Que si no. Donde se ponga un vermú que se quiten las teterías, donde se pongan unas manitas de cerdo que se quiten las hamburguesas americanas; donde se ponga un plato de habas con jamón que se pierda la pastelería moruna. No por eso hay que renunciar a la pastela. No por eso hay que dejar de acudir al susi japonés, al arroz chino o al curri indio. Lo único malo es la invasión, el tsunami extranjero que todo lo amarillea o lo ennegrece.
Yo, por si acaso, bajo a mediodía a Puerta Real, y miro si Sierra Nevada sigue ahí, y si no se han llevado la Alhambra. Después, subo a la casa, donde vivo, que es mía, por ahora.
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