Ingenuidad
Puerta Purchena ·
«Vivimos unos tiempos en los que abunda la soledad y la carencia afectiva en muchos sectores de la población, particularmente entre las de edad más madura»A mí es que me caen bien los ingenuos. Tal vez porque yo sea uno más entre ellos. Lo de la ingenuidad es algo así ... como una modalidad de una virtud que se llamó en su día inocencia. Antes se valoraba mucho -ahora ya no sé qué pasa- y se miraba a la población infantil como la mejor depositaria de la misma.
Sin embargo, conforme uno se va haciendo mayor, esa virtud -o lo que sea- se va volviendo cada vez más inconveniente. Por eso a los ingenuos se les llama de todo, desde 'primos' a 'panolis'. Y, de esa manera también, a los que se aprovechan de ellos se les considera 'listos'. Y justo a estos espabilados -sobre todo últimamente- se les mira con un cierto grado de admiración. Si todavía no sabe usted de lo que hablo, le bastará echar una miradita a ciertos programas de televisión para hacerse cargo de lo que digo.
¡Y mire usted que pasan cosas en este mundo de pícaros en el que se está convirtiendo nuestra sociedad! Tantas pasan que cuesta creer que haya todavía personas que no las vean venir y se arriesguen en aventuras cuyo final es más que previsible.
Todo esto se me pasó por la cabeza cuando leí la noticia que daba Miguel Cárceles el otro día en este mismo periódico. Se hablaba de un 'vivo' que se ha aprovechado de la ingenuidad de ciertas señoras para sacarles una buena pasta.
Y es que se ha descubierto la existencia de un canalla que se introducía en las redes sociales o en páginas de contactos para adultos, obteniendo en cualquiera de estos sitios datos para cometer sus fechorías. Así podía hacer una selección de aquellas mujeres con perfiles más sugestionables sobre las que descargar sus dosis de seductor maléfico. Como, por otra parte, parece que, cuanto más mala es la persona, mejor le salen las cosas, muchas caían en la trampa. Bastaba con elaborar una historia verosímil -por supuesto, falsa- para sacarles los cuartos. De modo que el fulano desarrollaba su montaje y, alegando alguna dificultad económica momentánea, solicitaba un préstamo. Eso sí, prometía devolverlo muy pronto. Y, además, compensar el favor con una rica relación afectiva. Justo lo que la otra parte necesitaba. Después desaparecía, claro.
Y es que vivimos unos tiempos en los que abunda la soledad y la carencia afectiva en muchos sectores de la población, particularmente entre las de edad más madura. Por diferentes motivos, entre que los hijos se van lejos -afectivamente hablando- y que la insolidaridad aumenta -cada cual va a lo suyo-, hay muchos suspirando por un abrazo aunque sea de alquiler.
Lo peor de este tipejo -y no es que sea el único- es que llegaba a extorsionar a sus víctimas en cuanto tenía algo con lo que presionar para que les dieran más dinero. Con eso de que te subo esto a la red o lo divulgo entre tus conocidos, muchas han soltado unos cuantos duros más por miedo a algo peor.
Así que, dado que pícaros va a haber siempre, lo mejor es tratar de controlar la ingenuidad. Aunque, a veces, la tentación es fuerte. Eso ayuda al delincuente.
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