Ikea, el Corte Inglés y la política comercial

No cabe duda de que el mundo del comercio está revolucionado: las grandes superficies y la venta por internet han cambiado el modelo y amenazan a los establecimientos tradicionales, que se encuentran desamparados e inermes ante un desafío tan contundente, al que es inútil oponerse: la evolución que traen consigo el progreso tecnológico y las nuevas modas y costumbres sociales, es imparable. No queda otra alternativa que adaptarse para sobrevivir.

En Almería, los comercios de detalle de toda la vida llevan tiempo en esa pelea. Hace 30 años constituyeron la asociación Almería Centro Comercial Abierto, para trasladar a los barrios, y en especial al centro, el modelo que se ha ido implantando en la periferia de la ciudad. Pero no acaban de dar con la clave: no han podido evitar la reducción progresiva de la actividad comercial en el centro, lo que además contribuye a la degradación del casco histórico y de los barrios. Una de las palancas de su revitalización es la recuperación del comercio, y para conseguirla hay que implantar políticas adecuadas y eficaces.

Los centros comerciales periféricos ofrecen en primer lugar condiciones de accesibilidad y de aparcamiento mucho mejores que las que el ciudadano encuentra en el casco urbano. Además, esos centros comerciales se estructuran con calles peatonalizadas, donde el juego de los niños y el paseo de los adultos se desarrollan con comodidad y sin peligro, y en un ambiente acondicionado de máximo confort. Se sabe que los problemas de movilidad tienen la propiedad de que su solución es condición previa para resolver otros problemas urbanos, y este caso de la actividad comercial es un buen ejemplo.

Otro factor de los establecimientos periféricos que favorece la actividad comercial es la concentración de las tiendas, adosadas una a otra. Cuanto mayor densidad, mejor para todos, pero en el centro el precio de los alquileres ha provocado el efecto contrario: cierres por desaparición o por traslado a la periferia, y el consiguiente distanciamiento y dispersión de los locales de negocio. También juega a favor la oferta próxima de ocio y de hostelería, que contribuye a atraer a la gente para convertirla en clientela potencial.

Para revitalizar el comercio en el centro hay que actuar sobre todas esas cosas: movilidad, incentivos para favorecer la instalación de negocios (como la regulación de los alquileres) y atracción del mayor número de ciudadanos posible, lo que exige revitalizar el centro. En Almería no se han implantado nunca políticas para mejorar estos aspectos. De hecho no se puede hablar de políticas, que exigen objetivos, estrategias y planes para conseguirlos, sino solo de decisiones aisladas, tomadas de forma errática y equivocada desde que se dejó pasar la oportunidad de traer el Corte Inglés, que hubiera aportado vitalidad y concentración comercial, desaprovechando el interés que la propia firma tenía para instalarse en nuestra ciudad. Simultáneamente se han ido aprobando sin contrapartidas los sucesivos centros comerciales periféricos que han forzado la reducción del comercio en el centro de la ciudad. Mientras que en este no se ha hecho prácticamente nada de lo que habría que hacer.