Iglesias y la estabilidad

En la etapa democrática española, no había práctica en Gobiernos de coalición, por lo que es hasta cierto punto lógico que el suscrito entre PSOE ... y Unidas Podemos encuentre ciertas dificultades. No es fácil acoplar dos partidos distintos que tienen programas diferentes y comparten un sector notable de su electorado, ni le ha de resultar sencillo al menor de ellos hacerse notar para mantener sus apoyos y no pasar inadvertido. Esto es lo que agita manifiestamente a Pablo Iglesias, quien en las últimas semanas se ha excedido en la reivindicación de su singularidad frente a la solidaridad interna que se le supone a la coalición. De hecho, los socialistas están molestos por el apoyo explícito de Podemos a la adhesión de Bildu a las Cuentas públicas o por sus críticas a la Corona; y entre todos los disensos que podrían mencionarse, destacan estos días los de subir o no el SMI. El CIS ya ha evidenciado que las sutilezas ideológicas –la opción entre monarquía y república por ejemplo– interesa menos a los ciudadanos que sus problemas cotidianos. Máxime cuando es claro que Unidas Podemos no romperá la baraja porque disfruta del poder que ostenta y no parece tener tendencias autodestructivas.